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divendres, 4 d’agost del 2006

La manta y la cabeza

LA MANTA Y LA CABEZA

Yo crecí en la cultura del qué dirán. Qué dirán significaba qué dirán los vecinos, los parientes, la portera, el párroco, tu cuñada, mamá. El qué dirán era un corsé social de acero. Muchos pueblos desaparecieron porque sus habitantes, hartos del qué dirán, huyeron a lugares más poblados, donde podían llevar una vida anónima. En España, por culpa del qué dirán, hay muchas personas que son hijas de sus abuelas y hermanas de sus madres. En efecto, si la niña se quedaba embarazada, la madre de la niña se empezaba a colocar en la tripa cojines y almohadones para fingir estar preñada. A la niña, por su parte, se le aplicaban fajas que disimularan su estado. Llegado el momento, madre e hija partían de vacaciones y regresaban con un hermoso bebé que llamaría mamá a su abuela y hermana a su madre: una atrocidad sintáctica de la que no se recuperaba nadie.

El qué dirán es más propio de la derecha que de la izquierda (aunque hay una izquierda muy puritana, no se crean). El PP no ha prohibido a sus cargos públicos que casen a homosexuales. Pueden hacerlo, pero en la clandestinidad. Lo que se le reprocha a Gallardón no es que haya cumplido la ley, sino que la haya cumplido a la luz del día, sin tener en cuenta el qué dirán. El qué dirán está en la base de la doble moral. No importa qué perversiones cultives si las cultivas, como los champiñones, a la sombra. O debajo de la cama. El problema, en fin, no es que Gallardón haya casado a dos homosexuales, sino que se haya enterado todo el mundo. Qué dirán los obispos, los votantes, el párroco, qué dirá Bush.

El qué dirán es una peste. Lo contrario del qué dirán ha sido, tradicionalmente liarse la manta a la cabeza. Liarse la manta a la cabeza quiere decir empezar a vivir de acuerdo con los principios de uno en vez de con los de la portera. Si en este país ha habido durante mucho tiempo una moral de porteras, ha sido por el qué dirán. Ya va siendo hora, en fin, de que los hijos llamen madres a sus madres y abuelas a sus abuelas. ¿Y qué dirán los vecinos? Que digan lo que les venga en gana, por favor. Liémonos de una vez la manta a la cabeza.

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