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divendres, 25 d’agost del 2006

El descubrimiento de la lentitud

EL DESCUBRIMIENTO DE LA LENTITUD

Ese tren de Palencia también descarriló por exceso de velocidad. El exceso de velocidad es lo que más muertes provoca en la carretera y fue asimismo el causante de la tragedia de Valencia. Quiere decirse que corremos mucho, lo que no es raro dada la valoración social de la prisa. He leído muchos epitafios en los que se decía, de forma laudatoria, que el muerto había vivido a 200 por hora, pero ninguno en el que se valorara la lentitud del difunto. Tengo un amigo que tarda en llegar al estanco, que está a la vuelta de la esquina, dos horas, lo que pone de los nervios a su mujer. A mí me parece muy meritorio recorrer tan poco espacio en tanto tiempo, pero no logro convencer a nadie. Hay en torno al apresuramiento un consenso absurdo (y criminal, porque además nos mata).

Las instituciones casi estatales, tipo Renfe o metro, deberían llevar cuidado con este asunto. Vale que uno se mate en su propio coche por ir a 200, pero un tren debe circular a la velocidad que marca la ley. Si la ley dice que a 40, a 40, y no a 120, que es lo que marcaba el cuentakilómetros del tren de Villada. Parece mentira que siendo las administraciones tan lentas en unas cosas sean tan rápidas en otras. A mí me da igual que el metro tarde medio minuto más en llegar a mi estación, pero me encantaría que en las ventanillas de Hacienda, pongamos por caso, las colas se disolvieran a la velocidad del rayo. Comprendo que el tren tienda a la velocidad como la burocracia tiende a la lentitud, porque cada animal tiene su naturaleza. Pero debería encontrarse el modo de insuflar a la burocracia algo del nervio de las máquinas de correr.

Me convertí a la lentitud con un libro titulado El descubrimiento de la lentitud, de Sten Nadolny, que cuenta la historia John Franklin, un explorador del Ártico que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Este individuo, debido a un problema cerebral, veía las cosas unas décimas de segundo más tarde que el resto de la gente. Tal particularidad, que sobre el papel parecía una desventaja, fue la que enriqueció su vida, haciendo de él uno de los marinos más importantes de su época. Léanla y quizá empiecen a apreciar la parsimonia. De nada.

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