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divendres, 21 d’abril del 2006

Porque sí

PORQUE SÍ

Me gustan los delirios. Las mejores obras de la literatura universal son la descripción de un delirio (El Quijote, Alicia en el País de las Maravillas, La Metamorfosis). Contra lo que podamos creer, el delirio está instalado en la vida cotidiana, convivimos con él. Los profetas, tan abundantes a lo largo de la historia, eran personas delirantes cuyas alucinaciones, por una u otra razón, conectaban con las necesidades de su entorno. El mundo está plagado de edificios, de estatuas, incluso de ciudades, que son un monumento al delirio. Cada día, amasamos la realidad con cantidades ingentes de ensueños. Lo que ocurre estos días con el precio del barril de petróleo, un líquido que sirve para que nos matemos en los coches (y al salir de vacaciones, por cierto) es una locura en la que vivimos ya perfectamente instalados. Si otras culturas cuentan con terroristas suicidas, nosotros tenemos turistas suicidas: personas aparentemente normales que se inmolan al Dios Tráfico con el seguro a todo riesgo.

Hay grupos sociales más delirantes que otros. Los niños, por ejemplo, atraviesan la raya de la locura en un suspiro. Hace poco, le pregunté a uno por qué, habiendo dientes de leche, no había ojos de leche también y orejas de leche. A los dos minutos estábamos imaginando ese momento mágico en el que se nos caerían las orejas con las que habíamos nacido para dar paso a las nuevas. En cuanto a los ojos, decidimos que no se desprenderían a la vez, por razones obvias. Al final, llegamos a la conclusión de que el cuerpo entero con el que venimos al mundo debería ser de leche, como los dientes, de modo que en torno a los 8 ó 9 años pudiéramos cambiarlo de arriba abajo. El único problema, según el niño, es que en lugar de visitarnos el ratoncito Pérez, nos visitaría la rata Gutiérrez, por una cuestión de proporciones.

Tom Cruise ha anunciado que se comerá la placenta y el cordón umbilical de su próximo hijo. «Son muy nutritivos», ha asegurado. Eso es lo que se llama un delirio con coartada gastronómica. Pero es que Cruise tiene un temperamento religioso y necesitan que las cosas tengan un porqué, se trate de la salvación o de las proteínas. Hay que atreverse a devorar la placenta porque sí.

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