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divendres, 28 d’abril del 2006

¡Ojo!

¡OJO!

Estados Unidos tiene repartidas por el mundo cien mil personas cuya función es tomar apuntes. Son espías, la mayoría de ellos destacados en lugares que tradicionalmente no representaban ninguna amenaza, pues cada día es más difícil saber dónde se encuentra el enemigo. Puede ser el marido de tu hermana (cuando no tu hermana misma), el lechero, el vendedor de lotería, el mendigo del metro, la bibliotecaria... En Los tres días del Cóndor aparecía una oficina de los servicios secretos norteamericanos cuyos empleados -padres de familia absolutamente normales- buscaban mensajes ocultos en las novelas de moda. La vigilancia no es incompatible con la lectura, ni con el matrimonio. Además, basta con tener un poco desarrollado el sentimiento de persecución.

No es por promocionarme, pero yo sería un espía excelente. Esta mañana, sin ir más lejos, al leer el horóscopo de los Tauro, me di cuenta de que pertenecía en realidad a los Virgo. Estaban cambiados, pues a aquéllos les anunciaba buen estado de ánimo, cuando todos sabemos que están por los suelos, y a éstos dificultades psicológicas, cuando, según Urano, se encuentran en su mejor momento. Esto quiere decir algo, me dije. Investigué más a fondo, averiguando qué cargos de la Administración norteamericana actual son Virgo o Tauro, y llegué a conclusiones estremecedoras que, por prudencia, omito. Si la CIA está interesada en mis análisis, que me contacte, como siempre, a través de los anuncios clasificados de EL PAÍS. Ya saben lo que tienen que poner: "La cecina está cruda". Sólo pido que lleguen antes de que me pase lo que a Robert Redford en Los tres días del Cóndor.

Y, como yo, hay cien mil personas en el mundo. Cien mil pares de ojos, doscientos mil oídos, decenas de miles de fosas nasales y un millón de dedos (sin contar, claro está, los de los pies) observan, escuchan, huelen y palpan la realidad para demostrar que nos persiguen. En la mayoría de los casos son gente anónima, incluso vulgar, pero con un olfato entrenado para detectar mensajes ocultos en las canciones de Bisbal, en los anuncios por palabras o en los envases del Ajax Cloro. Y todavía hay gente que se aburre.

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