HUMILLADORES Y HUMILLADOS
Tuve de joven un amigo normal que se refería a su novia como «esa chica con la que salgo». Su resistencia a aceptar que se trataba de una relación estable le impidió casarse, aunque vivieron juntos algún tiempo y tuvieron un hijo. Humorísticamente, nosotros nos referíamos a ella como «esa chica con la que sale Pepe». La chica, pasado el tiempo, y harta sin duda de aquella mentira continuada, lo abandonó para casarse con otro. Él cayó en una depresión de caballo de la que todavía no se ha recuperado. Curiosamente, desde la separación, comenzó a referirse a ella como su ex mujer. Tuvo que perderla, en fin, para nombrarla como lo que era. La gente normal es muy rara.
El presidente de la Junta de Galicia, tipo normal donde los haya, convive con una señora a la que en sus viajes oficiales presenta como su «colaboradora». Así ocurrió recientemente en un viaje a Roma, donde Núñez Feijóo visitó al Papa junto a un grupo de colaboradores entre los que se emboscaba su mujer (o novia, como ustedes prefieran). ¿Se avergonzaba tanto de ella como para no presentarla como lo que en realidad era? ¿Tenía miedo de que el Papa los casara en ese mismo instante? Cabe la posibilidad de que la diplomacia vaticana le prohibiera presentarse en palacio con una mujer con la que convivía sin papeles. En tal caso, piensa uno, debería haber renunciado a la visita para no humillar innecesariamente a quien se supone que ama. Tampoco debemos olvidar la posibilidad de que Carmen Gámir, que así se llama la mujer, sea para el presidente de la Junta «esa chica con la que sale». En tal caso, se merecería que la chica con la que sale, que también tiene voz en este entierro, le diera un corte de mangas y se fuera con la música a otra parte.
Entre los humilladores y los humillados se establece con frecuencia una rara complicidad. Recuerdo que en cierta ocasión, cuando Camilo José Cela estaba ya con Marina Castaño, el Nobel fue a visitar a los Reyes y dejó a su mujer fuera de palacio, en el coche. Nos escandalizó tanto que él le hiciera eso como que ella se lo permitiera. Y es que para que haya hombres que llaman a sus mujeres «esa chica con la que salgo» es preciso que haya mujeres que se lo consientan.
Tuve de joven un amigo normal que se refería a su novia como «esa chica con la que salgo». Su resistencia a aceptar que se trataba de una relación estable le impidió casarse, aunque vivieron juntos algún tiempo y tuvieron un hijo. Humorísticamente, nosotros nos referíamos a ella como «esa chica con la que sale Pepe». La chica, pasado el tiempo, y harta sin duda de aquella mentira continuada, lo abandonó para casarse con otro. Él cayó en una depresión de caballo de la que todavía no se ha recuperado. Curiosamente, desde la separación, comenzó a referirse a ella como su ex mujer. Tuvo que perderla, en fin, para nombrarla como lo que era. La gente normal es muy rara.
El presidente de la Junta de Galicia, tipo normal donde los haya, convive con una señora a la que en sus viajes oficiales presenta como su «colaboradora». Así ocurrió recientemente en un viaje a Roma, donde Núñez Feijóo visitó al Papa junto a un grupo de colaboradores entre los que se emboscaba su mujer (o novia, como ustedes prefieran). ¿Se avergonzaba tanto de ella como para no presentarla como lo que en realidad era? ¿Tenía miedo de que el Papa los casara en ese mismo instante? Cabe la posibilidad de que la diplomacia vaticana le prohibiera presentarse en palacio con una mujer con la que convivía sin papeles. En tal caso, piensa uno, debería haber renunciado a la visita para no humillar innecesariamente a quien se supone que ama. Tampoco debemos olvidar la posibilidad de que Carmen Gámir, que así se llama la mujer, sea para el presidente de la Junta «esa chica con la que sale». En tal caso, se merecería que la chica con la que sale, que también tiene voz en este entierro, le diera un corte de mangas y se fuera con la música a otra parte.
Entre los humilladores y los humillados se establece con frecuencia una rara complicidad. Recuerdo que en cierta ocasión, cuando Camilo José Cela estaba ya con Marina Castaño, el Nobel fue a visitar a los Reyes y dejó a su mujer fuera de palacio, en el coche. Nos escandalizó tanto que él le hiciera eso como que ella se lo permitiera. Y es que para que haya hombres que llaman a sus mujeres «esa chica con la que salgo» es preciso que haya mujeres que se lo consientan.
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