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divendres, 18 de setembre del 2009

Suciedad y pureza

SUCIEDAD Y PUREZA

Dado que llevamos siglos discutiendo sobre el asunto de la prostitución, estaría bien que fuéramos exponiendo algunas conclusiones. No podemos seguir dos mil años más dándole vueltas al tema porque igual se acaba el mundo antes. Lo mismo cabría decir de la adolescencia. Que sí, que no respetan nada, etcétera. Pues venga, seamos operativos y tomemos alguna decisión. Las prostitutas y los adolescentes no pueden seguir esperando otros dos mil años a que se nos ocurra algo para neutralizarlos, o para legalizarlos. A lo mejor tendríamos que prohibir la adolescencia y regular la prostitución. Un mundo sin adolescentes y con un sexo ordenado sería el paraíso. Ahora bien, si acabamos con los adolescentes y regulamos por fin el sexo, ¿qué nos queda? ¿Los impuestos, el Producto Interior Bruto, el calentamiento global? En los debates parlamentarios no se habla de prostitutas ni de adolescentes, por eso son tan aburridos. Si al menos arreglaran aquello de lo que hablan, tales debates estarían justificados, pero tampoco. El Congreso tiene la suerte de ser un servicio público, porque si dependiera de las audiencias ya lo habrían cerrado. Los periódicos, que están en el mercado y saben lo difícil que es ganarse un euro, critican en sus editoriales la misma prostitución que exaltan en las páginas de anuncios por palabras. Una cosa no quita la otra. Se da la circunstancia de que a veces, cuanto más beato es el periódico, más dura es la prostitución que anuncia. ¿Por qué? Porque pocas cosas venden más que esa combinación entre suciedad y pureza.

De los periódicos de ámbito nacional, el único que de momento ha renunciado a ganarse la vida haciendo la calle es Público. Curiosamente, es también el único de izquierdas. Quiere decirse que si los valores tradicionales no se pierden del todo, es gracias a los rojos. En la actualidad, resulta muy difícil ver a un rojo divorciado. En el PP, en cambio, parece lo normal. Claro que la derecha está viviendo ahora una especie de adolescencia tardía (fíjense en las pintas de Aznar). Por eso las revueltas adolescentes se dan en los barrios pijos en vez de en los obreros. A ver si estos chicos descubren ya el burdel y se desahogan de otro modo.

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