VAYA USTED A SABER
Lees que una mujer se ha arrojado desde un octavo piso y que ha caído sobre un señor que pasaba por allí, acabando con su vida, e inevitablemente te detienes a meditar unos segundos. A meditar o a ser meditado, no sabemos si la iniciativa parte de tu cabeza o del periódico. Te detienes a meditar, decíamos, porque hay algo inquietante en el suceso. En este caso han fallecido la suicida y el señor que pasaba por allí, pero hay ocasiones en los que el suicida se salva. ¿Cómo no pensar que hay en todo esto algo orquestado? El destino, decimos. El destino actúa minuto a minuto, segundo a segundo, pero no de un modo tan espectacular, tan sincrónico. Nos gusta pensar que hay en las sincronías un mensaje, un recado, un encargo. ¿Lo hay?
Ni idea. Hace años, un señor, no recuerdo dónde, se arrojó por el balcón y cayó sobre su madre, que venía del súper. Había bajado a comprar un bote de comida para el perro. De repente, el perro se quedó más solo que la una. Empieza uno a imaginar combinaciones posibles y se vuelve loco. Puedes caer sobre un cuñado, sobre un superior jerárquico, sobre una mujer de la que estuviste enamorado en la juventud y cuyo rostro ni siquiera recordabas. Puedes ir a dar también contra el capó de un coche robado, o contra un espejo que en ese instante trasladan un par de operarios. Bonito modo de pasar al otro lado del espejo.
El caso, decíamos, es que te queda por leer todavía la mitad del periódico. No has llegado a las burradas que hacían en Kabul los nobles soldados norteamericanos, ni a las lamentaciones diarias de la Cospedal por la persecución de la que ella y su partido son objeto, ni siquiera al horóscopo. Pero de súbito te da miedo leer el horóscopo. A veces acierta, quiero decir que a veces sus palabras caen sobre ti con el tono casual con el que te aplasta un suicida que se acaba de arrojar desde un octavo piso. El periódico se convierte de súbito en una carta bomba. No sabes en qué pagina te va a reventar entre las manos, volándote los dedos. Más vale cerrarlo con cuidado, como el que desactiva una bomba, apartando la cara, por si al cerrarlo ves de reojo otra noticia trastornante. Tráigame otro gin tonic, por favor. ¿Tienen significado las simetrías? ¿Y las disimetrías?
Lees que una mujer se ha arrojado desde un octavo piso y que ha caído sobre un señor que pasaba por allí, acabando con su vida, e inevitablemente te detienes a meditar unos segundos. A meditar o a ser meditado, no sabemos si la iniciativa parte de tu cabeza o del periódico. Te detienes a meditar, decíamos, porque hay algo inquietante en el suceso. En este caso han fallecido la suicida y el señor que pasaba por allí, pero hay ocasiones en los que el suicida se salva. ¿Cómo no pensar que hay en todo esto algo orquestado? El destino, decimos. El destino actúa minuto a minuto, segundo a segundo, pero no de un modo tan espectacular, tan sincrónico. Nos gusta pensar que hay en las sincronías un mensaje, un recado, un encargo. ¿Lo hay?
Ni idea. Hace años, un señor, no recuerdo dónde, se arrojó por el balcón y cayó sobre su madre, que venía del súper. Había bajado a comprar un bote de comida para el perro. De repente, el perro se quedó más solo que la una. Empieza uno a imaginar combinaciones posibles y se vuelve loco. Puedes caer sobre un cuñado, sobre un superior jerárquico, sobre una mujer de la que estuviste enamorado en la juventud y cuyo rostro ni siquiera recordabas. Puedes ir a dar también contra el capó de un coche robado, o contra un espejo que en ese instante trasladan un par de operarios. Bonito modo de pasar al otro lado del espejo.
El caso, decíamos, es que te queda por leer todavía la mitad del periódico. No has llegado a las burradas que hacían en Kabul los nobles soldados norteamericanos, ni a las lamentaciones diarias de la Cospedal por la persecución de la que ella y su partido son objeto, ni siquiera al horóscopo. Pero de súbito te da miedo leer el horóscopo. A veces acierta, quiero decir que a veces sus palabras caen sobre ti con el tono casual con el que te aplasta un suicida que se acaba de arrojar desde un octavo piso. El periódico se convierte de súbito en una carta bomba. No sabes en qué pagina te va a reventar entre las manos, volándote los dedos. Más vale cerrarlo con cuidado, como el que desactiva una bomba, apartando la cara, por si al cerrarlo ves de reojo otra noticia trastornante. Tráigame otro gin tonic, por favor. ¿Tienen significado las simetrías? ¿Y las disimetrías?
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