LA VENTANILLA ADECUADA
Cómo saber si deberíamos enterrar a Borges aquí o allí, si convendría remover los huesos de Lorca, si es más urgente defender a los adultos de los niños o a los niños de los adultos, si dar el Premio Nacional de Poesía a Fulano o a Mengano, si la mejor película de la historia es Ciudadano Kane. Cómo resolver si el IVA, si el mercado libre, si el PIB, si el déficit, si el sursum corda, si la prostitución, si la gota fría, si la pena de muerte, si el colesterol, si la diabetes, si la gripe porcina, si la equinácea, si la eyaculación precoz, si la socialdemocracia, si el federalismo, si la próstata, si el tren de alta velocidad, si la televisión de pago, si Sócrates, si la Bolsa, si Dios, si el libro electrónico, si la videovigilancia, si el ibupreno, si el yogur, si Ortega y Gasset, si la bicicleta estática, si los ácaros, si el Alzheimer, si el intestino grueso, si el aborto, si la lecitina de soja, si el cambio climático, si el botellón, si el periódico de papel, si el infarto, si la tristeza, si la psique, si el ardor de estómago, si el Almax, si la sinusitis, si el tabaco, si Shakespeare, si los mercados financieros, si el 11 M, si el sueño, si el insomnio, si el aire acondicionado, si los barbitúricos, si la eutanasia, si el estado del bienestar, si el tanino, si el Valle de los Caídos, si Sanitas, si Legalitas, si el bajo consumo, si el llanto, si la incontinencia, si la risa, si el tergal, si Belén Esteban, si María José Campanario…
Un amigo que acababa de tener un hijo me pidió que escribiera al niño una carta, para cuando el chaval pudiera leerla. Qué encargo tan complicado, me dije. Pero a un padre reciente no se le puede negar nada. Me puse a ello, pues, y me salieron 50 folios que les he intentado resumir en el primer párrafo. Mientras la escribía, iba deprimiéndome si remedio. Al darme cuenta, con una enumeración tan simple, de la cantidad y la calidad de los asuntos de los que hemos de hacernos cargo al levantarnos de la cama (además de ganarnos la vida), me pareció que esto de nacer no era un buen negocio, no en estos momentos por lo menos. Pero terminé la carta con una nota de optimismo: «No te apures, chaval, que al final todo se resume en ser socio de un club de fútbol que te excite, quizá en dar con la ventanilla adecuada para el problema adecuado».
Cómo saber si deberíamos enterrar a Borges aquí o allí, si convendría remover los huesos de Lorca, si es más urgente defender a los adultos de los niños o a los niños de los adultos, si dar el Premio Nacional de Poesía a Fulano o a Mengano, si la mejor película de la historia es Ciudadano Kane. Cómo resolver si el IVA, si el mercado libre, si el PIB, si el déficit, si el sursum corda, si la prostitución, si la gota fría, si la pena de muerte, si el colesterol, si la diabetes, si la gripe porcina, si la equinácea, si la eyaculación precoz, si la socialdemocracia, si el federalismo, si la próstata, si el tren de alta velocidad, si la televisión de pago, si Sócrates, si la Bolsa, si Dios, si el libro electrónico, si la videovigilancia, si el ibupreno, si el yogur, si Ortega y Gasset, si la bicicleta estática, si los ácaros, si el Alzheimer, si el intestino grueso, si el aborto, si la lecitina de soja, si el cambio climático, si el botellón, si el periódico de papel, si el infarto, si la tristeza, si la psique, si el ardor de estómago, si el Almax, si la sinusitis, si el tabaco, si Shakespeare, si los mercados financieros, si el 11 M, si el sueño, si el insomnio, si el aire acondicionado, si los barbitúricos, si la eutanasia, si el estado del bienestar, si el tanino, si el Valle de los Caídos, si Sanitas, si Legalitas, si el bajo consumo, si el llanto, si la incontinencia, si la risa, si el tergal, si Belén Esteban, si María José Campanario…
Un amigo que acababa de tener un hijo me pidió que escribiera al niño una carta, para cuando el chaval pudiera leerla. Qué encargo tan complicado, me dije. Pero a un padre reciente no se le puede negar nada. Me puse a ello, pues, y me salieron 50 folios que les he intentado resumir en el primer párrafo. Mientras la escribía, iba deprimiéndome si remedio. Al darme cuenta, con una enumeración tan simple, de la cantidad y la calidad de los asuntos de los que hemos de hacernos cargo al levantarnos de la cama (además de ganarnos la vida), me pareció que esto de nacer no era un buen negocio, no en estos momentos por lo menos. Pero terminé la carta con una nota de optimismo: «No te apures, chaval, que al final todo se resume en ser socio de un club de fútbol que te excite, quizá en dar con la ventanilla adecuada para el problema adecuado».
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