VIVA LA REPRESIÓN
Berlusconi asegura que todos queremos ser como él, y quizá tenga razón. Pero nos reprimimos. La represión, que tiene muy mal cartel, es enormemente necesaria para el progreso humano, y para la cultura. Belén Esteban podría decir de sí lo mismo que Berlusconi, y quizá llevara razón también, dadas la envidia que despierta y las audiencias que levanta. Pero nos reprimimos, ya digo. No es mi caso, yo nunca he querido ser Belén Esteban (ni Silvio Berlusconi, para decirlo todo), pero si un día me levantara de la cama queriendo ser Belén Esteban, creo que me aguantaría las ganas, por dignidad, o por vergüenza, o por ética, o por estética, no sé. Tengo un montón de razones para luchar contra ese deseo, si llegara a despertarse en mí.
Ahora bien, supongamos que se trata de un impulso irresistible, como el que atrae al alcohólico hacia el gin tonic de media tarde o al drogadicto hacia el pico de medianoche. Supongamos que uno se levanta, se afeita, sale a la calle, llega a la marquesina del autobús, etc., y que durante todo ese tiempo lo único que le ronda por la cabeza es la idea de ser Belén Esteban. Imaginemos que mientras está uno ganándose la vida en la oficina o en la redacción del periódico no piensa en otra cosa que en ser Belén Esteban. Puede ocurrir. A veces somos víctimas de obsesiones cuyo tamaño es superior al de nuestra voluntad. ¿Qué hacer? Recurrir a los seres queridos para que le ayuden a uno. A la esposa, al marido, al cuñado, al padre o a la madre.
-Oye, que no logro sacarme de la cabeza la idea de ser Belén Esteban.
El ser querido te puede administrar un sedante, o darte conversación, o llevarte al psiquiatra, cualquier cosa menos dejarte caer en ese desvarío. Si Belén Esteban hubiera tenido a alguien cerca cuando sufrió la tentación de ser quien es, quizá ahora sería María José Campanario, no sé. Lo mismo podríamos decir de Silvio Berlusconi. ¿Quién le echó una mano cuando se le metió en la cabeza la obsesión de convertirse en Berlusconi? Nadie. En la soledad, por más que uno se esfuerce, resulta muy difícil salir adelante. En fin, que la represión, contra lo que muchos creen, cumple un papel ecológico fundamental.
Berlusconi asegura que todos queremos ser como él, y quizá tenga razón. Pero nos reprimimos. La represión, que tiene muy mal cartel, es enormemente necesaria para el progreso humano, y para la cultura. Belén Esteban podría decir de sí lo mismo que Berlusconi, y quizá llevara razón también, dadas la envidia que despierta y las audiencias que levanta. Pero nos reprimimos, ya digo. No es mi caso, yo nunca he querido ser Belén Esteban (ni Silvio Berlusconi, para decirlo todo), pero si un día me levantara de la cama queriendo ser Belén Esteban, creo que me aguantaría las ganas, por dignidad, o por vergüenza, o por ética, o por estética, no sé. Tengo un montón de razones para luchar contra ese deseo, si llegara a despertarse en mí.
Ahora bien, supongamos que se trata de un impulso irresistible, como el que atrae al alcohólico hacia el gin tonic de media tarde o al drogadicto hacia el pico de medianoche. Supongamos que uno se levanta, se afeita, sale a la calle, llega a la marquesina del autobús, etc., y que durante todo ese tiempo lo único que le ronda por la cabeza es la idea de ser Belén Esteban. Imaginemos que mientras está uno ganándose la vida en la oficina o en la redacción del periódico no piensa en otra cosa que en ser Belén Esteban. Puede ocurrir. A veces somos víctimas de obsesiones cuyo tamaño es superior al de nuestra voluntad. ¿Qué hacer? Recurrir a los seres queridos para que le ayuden a uno. A la esposa, al marido, al cuñado, al padre o a la madre.
-Oye, que no logro sacarme de la cabeza la idea de ser Belén Esteban.
El ser querido te puede administrar un sedante, o darte conversación, o llevarte al psiquiatra, cualquier cosa menos dejarte caer en ese desvarío. Si Belén Esteban hubiera tenido a alguien cerca cuando sufrió la tentación de ser quien es, quizá ahora sería María José Campanario, no sé. Lo mismo podríamos decir de Silvio Berlusconi. ¿Quién le echó una mano cuando se le metió en la cabeza la obsesión de convertirse en Berlusconi? Nadie. En la soledad, por más que uno se esfuerce, resulta muy difícil salir adelante. En fin, que la represión, contra lo que muchos creen, cumple un papel ecológico fundamental.
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