NEURONAS Y CENTÍMETROS
Tengo muchos amigos bajos sin complejo de bajos, es decir, que no lo viven como una tortura psicológica. ¿Por qué habrían de hacerlo? La historia está llena de sabios bajos, de ricos bajos, de reyes bajos, de cardenales bajos y quizá también de Papas bajos.
También está llena de idiotas bajos, pero en la misma proporción sin duda que se da entre los altos. No se entiende, pues, esa relación entre autoestima y altura que afecta a algunos poderosos tipo Sarkozy o Aznar. El primero acaba de imponer que los operarios que le acompañaban en la visita a una fábrica no fueran más altos que él. El segundo se negó a debatir con Felipe González de pie para que no quedara en evidencia su tamaño. Ha de ser muy duro andar por la calle obsesionado con la estatura de los demás, entre otras cosas porque el asunto no tiene remedio. Si mides uno cincuenta, mides uno cincuenta.
Si no eres muy listo, en cambio, conviene que envidies a los que sí lo son, para emularlos. Resulta imposible crecer físicamente, pero siempre se puede ser un poco más culto, un poco más noble, un poco más inteligente. La inteligencia es una construcción en la que uno puede intervenir si lo desea. La estatura viene dada de fábrica. Y no pasa nada. Uno ha visto hombres bajos con mujeres imponentes y viceversa.
Quizá el problema resida en que el término bajo está connotado peyorativamente. De hecho, si vas al diccionario de sinónimos, las alternativas resultan terribles: vil, indigno, despreciable, soez, villano, infame, mezquino. Pero también si buscas los sinónimos de jesuita, por poner un ejemplo, se queda uno de piedra: hipócrita, falso, doble, sibilino. ¿Ha afectado eso a la congregación fundada por San Ignacio? En absoluto, goza de una salud envidiable en medio de una crisis religiosa sin precedentes.
Ahora bien, si hay bajos poderosos obsesionados con no tener en sus consejos de ministros personas más altas que ellos, cabe preguntarse si se rodean también de colaboradores menos inteligentes. Ignoro las características del Gabinete de Sarkozy, pero mucho nos tememos que si no soporta a su lado a alguien con más centímetros que él, tampoco aguante a alguien con más neuronas. Por complejo.
Tengo muchos amigos bajos sin complejo de bajos, es decir, que no lo viven como una tortura psicológica. ¿Por qué habrían de hacerlo? La historia está llena de sabios bajos, de ricos bajos, de reyes bajos, de cardenales bajos y quizá también de Papas bajos.
También está llena de idiotas bajos, pero en la misma proporción sin duda que se da entre los altos. No se entiende, pues, esa relación entre autoestima y altura que afecta a algunos poderosos tipo Sarkozy o Aznar. El primero acaba de imponer que los operarios que le acompañaban en la visita a una fábrica no fueran más altos que él. El segundo se negó a debatir con Felipe González de pie para que no quedara en evidencia su tamaño. Ha de ser muy duro andar por la calle obsesionado con la estatura de los demás, entre otras cosas porque el asunto no tiene remedio. Si mides uno cincuenta, mides uno cincuenta.
Si no eres muy listo, en cambio, conviene que envidies a los que sí lo son, para emularlos. Resulta imposible crecer físicamente, pero siempre se puede ser un poco más culto, un poco más noble, un poco más inteligente. La inteligencia es una construcción en la que uno puede intervenir si lo desea. La estatura viene dada de fábrica. Y no pasa nada. Uno ha visto hombres bajos con mujeres imponentes y viceversa.
Quizá el problema resida en que el término bajo está connotado peyorativamente. De hecho, si vas al diccionario de sinónimos, las alternativas resultan terribles: vil, indigno, despreciable, soez, villano, infame, mezquino. Pero también si buscas los sinónimos de jesuita, por poner un ejemplo, se queda uno de piedra: hipócrita, falso, doble, sibilino. ¿Ha afectado eso a la congregación fundada por San Ignacio? En absoluto, goza de una salud envidiable en medio de una crisis religiosa sin precedentes.
Ahora bien, si hay bajos poderosos obsesionados con no tener en sus consejos de ministros personas más altas que ellos, cabe preguntarse si se rodean también de colaboradores menos inteligentes. Ignoro las características del Gabinete de Sarkozy, pero mucho nos tememos que si no soporta a su lado a alguien con más centímetros que él, tampoco aguante a alguien con más neuronas. Por complejo.
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