LÓGICAS NACIONALISTAS
Arnaldo Otegi, que en la práctica actúa como representante del brazo político de ETA, acaba de afirmar que nos dirigimos a un mundo peligrosamente autoritario. ¿Es impresionante o no es impresionante? ¿Y quiénes son los autoritarios, los que votan o los que pegan tiros en la nuca? Pues los que votan, mire usted. Parece ser, siempre según Otegi, que si alcanzaran el poder los que ponen bombas en los supermercados (actividad antiautoritaria donde las haya) el mundo sería un paraíso de libertades.
Yo no estaba en el Hipercor cuando en junio del 87 decenas de cuerpos y de miembros saltaron por los aires en el pasillo de los detergentes, pero no sé si me atrevería a calificar el espectáculo de antiautoritario. Precisamente lo he buscado en internet, por si hubiera olvidado algo, y las fotografías le ponen a uno la carne de gallina. Murieron 21 personas y 45 resultaron gravemente heridas, 22 quedaron inválidas. Puro antiautoritarismo.
Yo no he reventado nunca al arrancar mi coche por la mañana, para ir al trabajo. A mí no me ha saltado una pierna por los aires, ni un brazo, ni media cara. No he sufrido en mi propia carne los beneficios del antiautoritarismo. El mismo Otegi da las ruedas de prensa de cuerpo entero y no de cuerpo presente, como las víctimas de la liberalidad de ETA. O sea, que hay algo que no encaja, al menos desde el significado que le da uno a las palabras. A lo mejor, cuando Otegi se queda solo saca del cajón un látigo y se da en las nalgas hasta sangrar, para disfrutar un poco de su propia concepción del antiautoritarismo. Pero eso no es nada frente a la posibilidad de quedarse sordo o ciego o paralítico, o muerto, pum, pum.
Lo curioso es que observas atentamente a Otegi mientras se expresa (es un decir) y llegas a la conclusión de que habla completamente en serio. Para él, las instancias judiciales europeas (no digamos las españolas) nos conducen a cien por hora a formas de autoritarismo insoportables. ¿Y cómo enfrentarse a esa peste? Pues como lo hace ETA, coño. Coges la pistola, sales a la calle, ves pasar a un hombre con su hijo de la mano, te acercas a él por la espalda y le pegas un tiro en la nuca. Al niño le escupes, para no gastar munición. Lógica nacionalista.
Arnaldo Otegi, que en la práctica actúa como representante del brazo político de ETA, acaba de afirmar que nos dirigimos a un mundo peligrosamente autoritario. ¿Es impresionante o no es impresionante? ¿Y quiénes son los autoritarios, los que votan o los que pegan tiros en la nuca? Pues los que votan, mire usted. Parece ser, siempre según Otegi, que si alcanzaran el poder los que ponen bombas en los supermercados (actividad antiautoritaria donde las haya) el mundo sería un paraíso de libertades.
Yo no estaba en el Hipercor cuando en junio del 87 decenas de cuerpos y de miembros saltaron por los aires en el pasillo de los detergentes, pero no sé si me atrevería a calificar el espectáculo de antiautoritario. Precisamente lo he buscado en internet, por si hubiera olvidado algo, y las fotografías le ponen a uno la carne de gallina. Murieron 21 personas y 45 resultaron gravemente heridas, 22 quedaron inválidas. Puro antiautoritarismo.
Yo no he reventado nunca al arrancar mi coche por la mañana, para ir al trabajo. A mí no me ha saltado una pierna por los aires, ni un brazo, ni media cara. No he sufrido en mi propia carne los beneficios del antiautoritarismo. El mismo Otegi da las ruedas de prensa de cuerpo entero y no de cuerpo presente, como las víctimas de la liberalidad de ETA. O sea, que hay algo que no encaja, al menos desde el significado que le da uno a las palabras. A lo mejor, cuando Otegi se queda solo saca del cajón un látigo y se da en las nalgas hasta sangrar, para disfrutar un poco de su propia concepción del antiautoritarismo. Pero eso no es nada frente a la posibilidad de quedarse sordo o ciego o paralítico, o muerto, pum, pum.
Lo curioso es que observas atentamente a Otegi mientras se expresa (es un decir) y llegas a la conclusión de que habla completamente en serio. Para él, las instancias judiciales europeas (no digamos las españolas) nos conducen a cien por hora a formas de autoritarismo insoportables. ¿Y cómo enfrentarse a esa peste? Pues como lo hace ETA, coño. Coges la pistola, sales a la calle, ves pasar a un hombre con su hijo de la mano, te acercas a él por la espalda y le pegas un tiro en la nuca. Al niño le escupes, para no gastar munición. Lógica nacionalista.
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