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divendres, 17 d’octubre del 2008

Transferencias de palabras

TRANSFUSIONES DE PALABRAS

Cuando tropiezo con una noticia sobre la crisis, dudo si leer sólo el titular o el artículo entero. Al final leo sólo el titular, porque el artículo entero me aporta poco, la verdad, me aburre. Cuando murió Franco, todos los periódicos lo publicaron en portada, a cinco columnas (o a seis, las que tuvieran). «Franco ha muerto». Pues eso, ¿continúo leyendo? ¿Hay mucho que añadir a un suceso de esa naturaleza? Al final, la vida se resume en una esquela. Y la crisis también. «Estamos jodidos», deberían publicar los periódicos a cinco o seis columnas y callarse hasta que lograran decir algo con sentido. Llevamos meses inyectando millones y millones de palabras a la crisis sin aclarar nada. Tenemos palabras, de expertos, de ingenuos, de amas de casa, de jugadores de bolsa, de mendigos, de auxiliares administrativos, de novelistas, de poetas. Todo el mundo ha dicho algo sobre la crisis sin que hayamos logrado averiguar nada sobre su naturaleza.
¿No es un modo de desangrarse? A veces, cuando escucho, no sé, a Almunia sin ir más lejos, hablando en la radio sobre la crisis me parece que es un hombre con una hemorragia verbal. Que se desangra usted, señor, por la boca, en beneficio de nada ni de nadie. No desperdicie todas esas palabras, toda esa sangre, que en el principio fue el verbo y el verbo era Dios, etcétera. ¿No ve que no está diciendo nada? Guárdese las palabras para cuando tenga algo nuevo. Esta mañana he salido a pasear con los cascos puestos y todos los contertulios se desangraban a cuenta de la crisis. Al cuarto de hora, nadaban en sangre verbal, en plasma oral. Les llegaba el líquido a la misma boca de la que les había salido un poco antes y ellos continuaban largando sobre la crisis debajo del agua sin aportar nada nuevo, excepto miedo, miedo, miedo, pánico, pánico, pánico, terror, terror, terror, etcétera.

Me vinieron a la memoria esos autobuses de la Cruz Roja que recorren las ciudades solicitando donantes de sangre. ¿No podría habilitarse un vehículo semejante para las transfusiones de palabras? No las desperdiciemos más, porfa, que hay gente sin palabras. ¿Por qué no darles parte de las nuestras hasta que encontremos algo que decir con ellas?

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