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dilluns, 13 d’octubre del 2008

Kafka, una vez más

KAFKA, UNA VEZ MÁS

Leo con asombro que la judicatura católica, apostólica y romana que rige nuestros destinos de reos aún no ha logrado hacer llegar a De Juana Chaos una citación para que comparezca ante un juez cristiano, apostólico y romano y diga si escribió o no escribió un discurso que podría considerarse como apología del terrorismo. Un servidor ya sugirió hace tiempo que llamaran a De Juana al móvil, pero parece que no se lo dejó a nadie, vaya por Dios. Sabíamos que esta justicia nuestra era, además de católica, apostólica y romana, un poco lenta. Pero no engaña a nadie. Es una justicia que tiene los cuartos de baño llenos de expedientes, que deja escapar a asesinos de niñas por problemas de archivo, y que está todos los días en los periódicos por cuestiones ajenas a su función. Pero no engaña a nadie. España y yo somos así, señora. No se meta usted en líos y no nos sufrirá.

Lo curioso es que leo la noticia en una oficina de venta de billetes de la Renfe. Uno, gracias a la publicidad, se había quitado de la cabeza la idea de una Renfe de posguerra, pero resulta que no, que sigue tan aficionada como en aquella época a las colas. Son las ocho y cuarto de la mañana. Me indican que tome un numerito y que espere. Cuando llevo media hora esperando, investigo un poco y veo que sólo hay una persona atendiendo. Una señora que lleva cuarenta y cinco minutos y que llega tarde al trabajo, sugiere a un empleado que pongan a más gente (la hay). El empleado responde que eso es asunto del encargado. La señora solicita hablar con el encargado y le dicen que no es posible, que tiene que ir a atención al cliente, para lo que ha de salir de la sala corriendo el riesgo de perder la vez. El encargado está en un extremo de la sala, dentro de una cabina de cristal, haciendo bromas con una compañera. La gente, desesperada, empieza a irse arrojando el numerito al suelo. Kafka.

No obstante, al cabo de una hora, y gracias a los que se han marchado, me atienden. Terminada la operación, cuando entrego la tarjeta de crédito, me dicen que tengo que pagar en efectivo, como en el siglo pasado. ¿Es o no es como para ir al juzgado de guardia? Lo es, pero el juzgado de guardia está en el siglo XIX.

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