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dimecres, 15 d’octubre del 2008

Me pido sargento

ME PIDO SARGENTO

Mañana tengo el coñazo del desfile», se quejó Rajoy el sábado pasado, a micrófono cerrado (eso creía él). Quiere decirse que hasta a los patriotas más radicales les empieza a cargar la historia. Es un coñazo, sí, señor, por una vez estamos de acuerdo Rajoy y yo. Lo sufrí de niño, porque mi padre tenía esa extraña perversión (un día, cuando de mayor se lo eché en cara, dijo que lo hacía por nosotros), y lo sufrí de adulto, porque cuando hice la mili me tocó desfilar por la Castellana, haciendo el idiota con un fusil que estaba estropeado. Recuerdo que nos levantaron a las cuatro de la mañana y que nos tuvieron aparcados en un callejón, sin desayunar, hasta la hora del desfile. En mi compañía había dos patriotas que acabaron cagándose también en el desfile, como Rajoy. Si no le gusta a nadie, me pregunto, ¿por qué siguen haciéndolo? Además de no gustar, cuesta una pasta, lo que en tiempo de crisis debería tomarse en consideración. Pero el domingo encendí la tele y ahí estaba la cabra nacionalista de la Legión y los avioncitos locos y los pobres soldados latinoamericanos (como si el hecho de emigrar no fuera suficiente cruz) desfilando al paso alegre de la paz. Era como un juego de niños. Venga, vamos a jugar a desfilar, yo me pido sargento. Lo increíble es que en ese juego de niños estaban implicadas todas las altas jerarquías del Estado, además de la Iglesia católica, que tiene representantes en todos los ministerios de peso (véase Justicia). No nos extrañaría que de aquí a poco, lo mismo que hay obispos castrenses, hubiera arzobispos magistrados. Tal vez acabe dirigiendo la Audiencia Nacional uno de estos prelados. Nos están rodeando y ni siquiera nos conceden el consuelo de la apostasía. Daba gusto ver la cara de Rajoy tomándose en serio el coñazo del desfile y la del Rey tomándose en serio el coñazo del desfile y la de la ministra tomándose en serio el coñazo del desfile. Pero todas esas personas no habían acudido al acontecimiento porque les gustara. Lo habían hecho, como mi padre, por nosotros, es decir por los contribuyentes, que somos como niños. Pues que conste en acta que a los contribuyentes también nos parece un coñazo. Buenos días.

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