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dissabte, 16 d’agost del 2008

Un universo inflable

UN UNIVERSO INFLABLE

Iba tan tranquilo en mi coche, sin meterme con nadie, cuando hablaron por la radio de unas iglesias hinchables, como los castillos de goma de las verbenas, que se instalaban en cualquier sitio, se decía una misa, se desinflaban y el párroco se iba con la música a otra parte. La iglesia está tan bien hecha que tiene sus bancos y su confesionarios y su retablo, todo inflable. Las han estrenado en Italia, en lugares de veraneo, con notable éxito, por lo que no se descarta que el invento se propague por el resto de Europa. Al circuito de la Europa de las catedrales habrá que añadir enseguida el de las iglesias-globo. Ahora que se deshincha la burbuja inmobiliaria llegan estas burbujas religiosas, quizá para compensar el desinfle general.

La goma sustituye a la piedra en todos los ámbitos a una velocidad de vértigo. No es descartable que en los siglos futuros haya Vaticanos enteros de goma que se hinchen en un plis plas y se deshinchen en otro. Un Vaticano de goma puede parecer una horterada, y quizá lo sea comparado con el de piedra, pero es portátil y tiene una limpieza fácil. Esperamos que el ejemplo cunda y tengamos pronto ambulatorios de la Seguridad Social hinchables y hospitales hinchables y comisarías hinchables. La realidad entera debería ser hinchable y deshinchable, de modo que si uno saliera a pasear por la noche no hubiera nada, ni calles, ni edificios, ni locales comerciales, ni autobuses ni coches, nada de nada, el vacío absoluto, la ausencia perfecta, la desaparición total.

Pero a eso de las seis de la mañana, se pondrían en marcha las máquinas encargadas de inyectar aire en la realidad y el globo comenzaría a inflarse ante nuestro asombro. Tal vez nosotros nos inflaríamos con él, pues también los ciudadanos deberíamos ser hinchables y deshinchables. En cierto modo ya lo somos. Ahora nos están quitando el aire que nos metieron en el cuerpo durante los años pasados. La prosperidad fue un globo, una burbuja, pero hay que llevar la atracción a otros lugares, todo el mundo tiene derecho a sentirse sueco una vez en la vida. En algún lugar del universo se está inflando en estos momentos una burbuja inmobiliaria, quizá junto a una iglesia portátil. Ya se deshincharán las dos.

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