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divendres, 22 d’agost del 2008

Ciudades sensibles

CIUDADES SENSIBLES

En Madrid se muere al por mayor, aunque a veces se vive al menudeo. Siempre ha sido así y quizá no tenga remedio; cuantos más números llevas en la lotería (en la lotería negativa), más posibilidades tienes de que te toque. La estadística tendría que levantar un monumento a Madrid, pues pocas ciudades son tan sumisas a sus leyes. Tenemos un protocolo para las catástrofes, un ritual aprendido, de forma que improvisamos tanatorios a una velocidad de vértigo. Los forenses -gente entregada como la que más- saben perfectamente dónde acudir cuando el telediario abre con malas noticias. En Madrid no hay tiempo para el estupor. Se trata de una ciudad hiperactiva. Reflexiona mientras actúa, sufre mientras actúa, se pone de luto sin dejar de actuar.

También los duelos se hacen al por mayor en esta ciudad. Me encuentro fuera de Madrid, pero no me cuesta imaginar la atmósfera que se respirará durante estos días en sus calles. Conozco esa atmósfera porque la he respirado en otras ocasiones. Los comercios abren, los semáforos se encienden y se apagan, las oficinas funcionan? Pero todo ello sucede dentro de un clima moral como de sueño. Observen a ese sujeto que se acerca al quiosco de periódicos y se queda un rato hablando con el vendedor. Parece que le está dando el pésame y que el quiosquero se lo devuelve con idéntica delicadeza. Hablan en voz baja, como si se encontraran en un funeral, como si los familiares de los fallecidos estuvieran cerca.

Madrid es la demostración de que los cuerpos colectivos existen y de que su comportamiento tiene muchas semejanzas con el de los individuales. Las calles de Madrid, tras una de esas muertes al por mayor que le toca vivir de vez en cuando, se convierten en los pasillos de la casa del fallecido. Baja la intensidad del tráfico y el tono de las discusiones, baja la agresividad de la gente y desciende el consumo. Los comerciantes os confirmarán los que os digo. Madrid, de duelo, gasta menos dinero, come menos, disminuye su ritmo. Se dan en esta ciudad, en este cuerpo gigantesco, todos los síntomas apreciables en los individuos particulares. Su sensibilidad, pese a las apariencias, es extrema.

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