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divendres, 15 d’agost del 2008

Sindicatos de verdad

SINDICATOS DE VERDAD

Pederastas, alcaldes corruptos, niños atrapados en automóviles al sol, mujeres maltratadas, rusos bombardeadores, bañistas ahogados, conductores rotos?, tal es el panorama informativo del verano, descontando la inflación, que está disparada. Mientras los huevos suben, los ministros toman medidas, medidas, medidas?
Ocurre que desde que se toma la medida (con un poco de agua) hasta que se notan sus efectos pasa demasiado tiempo. De hecho, llevamos varios meses tomando medidas sin que la fiebre baje. Decía en la radio un comentarista interino que en España, durante los años de prosperidad, los salarios habían ido siempre por detrás de los beneficios empresariales, de la inflación, de la realidad, por detrás de los precios. Los salarios estaban fríos, congelados. Durante los años de prosperidad se acuñó de hecho el término mileurista, lo que es un sin dios, o un contrasentido, como ustedes prefieran. El mileurismo debería ser un fenómeno de vacas flacas.

No sabemos a qué quedarán reducidos los pobres mileuristas en épocas de escasez como la actual, pero es evidente que no pueden perder más peso ni más masa muscular ni más pelo. El caso es que el comentarista interino (los de plantilla están de vacaciones) aseguraba que el desacuerdo entre prosperidad y salario se lo debíamos a los sindicatos, que habían aceptado esa situación de facto (qué rayos querrá decir facto), esa lógica, ese mecanismo que había favorecido la acumulación de capi tal. Ahora mismo debe de haber dinero hasta debajo de las camas. Estamos hablando de dinero negro, por supuesto. Parte de la realidad es oscura, no se ve, pero funciona, vaya si funciona. Hemos tenido, pues, sindicatos moderados, que aceptaban la lógica del sistema a cambio quizá de puestos de trabajo (de puestos de trabajo basura).

Lo necesario ahora, añadía el tertuliano interino, era que los salarios no intentaran batir a la inflación, porque eso significaría entrar en una espiral desastrosa. Quiere decirse que la obligación de los salarios es la de ir siempre detrás de los precios, con la lengua fuera, como un perro detrás de una salchicha quimé rica. Lo hemos entendido: lo que hace falta es que montemos un sindicato de verdad.

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