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dissabte, 19 de maig del 2007

Nidos de amor

NIDOS DE AMOR

Hay en el hombre una inclinación fatal a cavarse la propia tumba. Pero se trata de una inclinación inconsciente. No es probable que nadie sepa el momento en el que comienza a hacerlo. La primera palada puede ser un acto absolutamente ingenuo: la compra de un décimo de lotería, por ejemplo, o la participación en una comida de antiguos alumnos. Hay gente con una vocación especial para cavarse la propia tumba, de manera que no hace otra cosa en la vida. Me pregunto si el anestesista Maeso, con la perspectiva que da el tiempo, sería capaz de señalar el instante en el que puso manos a la obra. El problema de Maeso es que antes de cavar su propia tumba metafórica cavó alguna real, en la que reposan sus pacientes.

Pensemos en Juan Antonio Roca, al que no se atribuyen de momento delitos de sangre. Seguramente, este hombre podría haber abandonado su carrera delictiva antes de que le pescaran, y con los riñones bien forrados (¿por qué atribuimos a los riñones, y no al hígado, esta pasión por el forro?). Pero sentía una atracción irremediable por la tumba, de manera que no paró hasta excavar los dos metros de profundidad reglamentarios. Juan Antonio Roca cavó en realidad varias tumbas: ahí están las de sus colaboradores. No sabemos si cavar las tumbas de los otros constituye un rasgo de generosidad o de avaricia, pero lo cierto es que si al tal Roca no lo detienen a tiempo, habría construido un cementerio gigantesco, con sus clases sociales, sus cipreses y su horno crematorio. Quizá su pasión, más que el dinero, era la muerte.

¿Y qué decir del presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz? ¿En qué momento se le ocurriría subirle el sueldo a su novia? El hombre creía que estaba construyendo un nido de amor y estaba cavando su tumba. A veces, entre el nido de amor y la tumba no hay mucha diferencia. Te crees que estás alisando las sábanas y estás extendiendo la lápida. Es quizá lo que les ocurrió a Julián Muñoz y a Isabel Pantoja, que han pasado sin transición del dulce tálamo a la fría fosa. El hecho de que se arrepientan de ello contrasta con la minuciosidad de aficionados al bricolaje con la que removían la tierra (o el dinero). No somos nadie.

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