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divendres, 18 de maig del 2007

Economías

ECONOMÍAS

No es raro que en momentos de graves tribulaciones personales nos dé por ocuparnos de cuestiones insignificantes, como la de ese botón de la camisa que está punto de caerse. Es célebre el caso del condenado a muerte que se queja de la hora a la que le han obligado a levantarse para conducirlo a la horca. Al irritarse por el madrugón, se olvida momentáneamente de su cuello. Creo que Freud atribuía esta actitud en apariencia absurda a la necesidad de economizar emociones. El actual Papa confirma la teoría. Mientras el mundo se debate entre el hambre, la sequía, el sida, el calentamiento global y las desigualdades económicas, él corre al otro extremo de la Tierra para prevenir a la gente sobre el uso del preservativo.

Y es eso, que si te obsesionas con una tontería, te olvidas de todo lo demás. Dice un refrán que cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas. Y no es que el diablo no tenga nada que hacer, pues el mundo está lleno de almas en venta. Son tantas que quizá el diablo, agobiado por esa carga de trabajo, combate su angustia laboral, su estrés, matando moscas, que no conduce a nada. Cualquier indocumentado, en fin, puede condenar el uso del condón, pero sólo unos pocos son capaces de dar respuestas a las grandes preguntas. Si yo tuviera que elegir entre escribir un informe de diez páginas sobre el conflicto de Oriente Medio o uno de quinientas sobre el condón, me quedaría con el del condón. Está chupado, sobre todo si te piden que escribas a la contra. Benedicto XVI congrega multitudes allá donde se manifiesta contra el preservativo porque se trata de un asunto menor (el botón de la camisa) en relación a los problemas que nos afectan.

Ahora llevamos varios días obsesionados con la novia del presidente del Banco Mundial, que no digo que no sea un incordio, aunque se trata de un inconveniente microscópico comparado con las cuestiones que tiene que resolver ese banco, el primero de ellos para qué sirve. Pero al obcecarnos con un lío de faldas sin sustancia, nos ahorramos el esfuerzo intelectual que supone la formulación de las grandes preguntas que cabría hacerse acerca de esa institución ecuménica. Total, que a ver si llevo la corbata al tinte.

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