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dimecres, 18 d’octubre del 2006

A trabajar

A TRABAJAR

A propósito del Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, habrán observado ustedes que los medios no dejan de destacar su condición de turco. Todos los titulares referidos a él comienzan diciendo: «El escritor turco» No sé si cuando lo gana un norteamericano o un portugués se insiste tanto en su origen, creo que no, de otro modo no me habría llamado la atención. Quiero decir que después de leer la noticia en distintos periódicos y escucharla en distintas emisoras de radio y televisión, me fui a la cama con la impresión de que le habían dado el premio por turco más que por escritor. Si alguien no lo remedia, acabaremos pensando que el verdadero mérito de este hombre es ser de allí. Y no digo que no sea de allí, pero lo importante es su condición de escritor. A ver si nos aclaramos. Además, el primer deber de un escritor turco es dejar de ser turco, como la primera obligación de un poeta búlgaro es dejar de ser búlgaro, y así sucesivamente. No es fácil, de acuerdo. Si a alguno le resultara imposible, le permitiríamos que fuera búlgaro, pero sólo un poco, y a la manera de Cernuda, que era un español sin ganas, un español cansado. Resulta tan absurdo ser turco con ganas como camerunés con ganas o conquense con ganas.

No sé si me explico. Tal vez, para evitar estos malentendidos, deberíamos inventar un Nobel otorgado a la nacionalidad. Se le entregaría cada año al mejor español, al mejor vasco, al mejor canadiense o al mejor noruego: premios, en fin, a la vasquicidad, a la españolidad, a la catalanidad, a la germanidad... Lo difícil sería elegir un jurado con criterio, pues ya me dirán cómo se reconoce a un buen holandés, a un buen ruso, a un buen austríaco. Si tenemos dificultades para reconocer a un buen escritor (la mayoría alcanza la gloria tras su muerte), cómo distinguir a un buen finlandés. Pero a retos más importantes se ha enfrentado el ser humano. Vean, si no: Marta Sánchez acaba de ser elegida como la española mejor calzada a lo largo de 2005. No me pregunten cómo ha llegado el jurado a esta curiosa conclusión, pero lo he leído en los periódicos como si se tratara de una noticia de verdad. A ver si va a ser más fácil averiguar quién es el mejor calzado que quién es el mejor francés. No me lo creo, de modo que venga, a trabajar.

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