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diumenge, 22 d’octubre del 2006

Perversiones públicas

PERVERSIONES PÚBLICAS

No hemos reflexionado suficientemente acerca de la crueldad que supone sortear pisos. Me refiero a esa práctica con que los ayuntamientos y comunidades entregan viviendas a la gente más necesitada. Dado que no hay casas para todos, asignan las que son capaces de construir (pocas) por medio de una tómbola que provoca más infartos que el colesterol. El acto suele ser público y se hace en domingo, para dar al juego un carácter medieval. Entre los asistentes hay parejas de novios, familias, ancianos y gente soltera. Muchas de estas personas no han jugado jamás al bingo ni a la lotería ni han apostado en las carreras de caballos. Quiere decirse que es gente sana a la que las circunstancias han llevado a esta perversión. Ahí están, mirando con ansiedad su papeleta y rezando a Dios para que el piso les toque a ellos y no a los otros. Se trata de un juego en el que para que uno gane es preciso que los otros pierdan, es decir, un juego inhumano, feroz, que saca a flote lo peor de cada uno. Pero los ayuntamientos y comunidades lo venden como una función humanitaria, filantrópica, benefactora. A mí me parece lo mismo que si en un país con hambre se sortearan bocadillos de jamón. Quizá se sorteen. No hay crueldad ajena al ser humano.

Al paso que vamos, pronto aparecerán nuevas formas de lotería que aplaudiremos incompresiblemente en la plaza pública. Se me ocurre, dada la cantidad de mileuristas que forman el mercado laboral, que entre todos ellos se sortee una vez al mes un salario justo. Lo efectuaríamos en domingo, por supuesto, para no perder horas de trabajo. Y habría que solicitar una papeleta en la ventanilla de personal de las empresas. Mejor aún: habría que adquirirla a un precio módico, pues las cosas que se regalan carecen de valor. Llegado el día de la tómbola, los mileuristas saldrían al patio de su empresa con su billete en la mano y el empresario, disfrazado de capitalista (sombrero de copa, puro, anillo de oro, etc.) daría tres o cuatro vueltas al bombo. Ha sido agraciado con un salario justo para el resto de su vida Fulano de Tal. Aplausos, parabienes y hasta el próximo sorteo. No pasan más cosas porque Dios no quiere.

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