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dimarts, 3 d’octubre del 2006

La culpa

LA CULPA

Cuando leemos que las temperaturas de la Tierra son las más altas de los últimos doce mil años, no nos preguntamos cómo lo saben. Eso es porque tenemos una fe sin límites en la ciencia, incluso en la cienciología. Seguro que hay en internet una página web donde son capaces de decirte qué tiempo tenían tal día como hoy hace sesenta siglos. En aquellas fechas no había lunes ni martes ni miércoles, pero había clima y la gente (es un decir, porque tampoco había gente propiamente dicha) iba a la playa. Como no tenían días de la semana, no sabemos con qué criterio descansaban. Pero a lo que íbamos: que no habíamos tenido desde aquella época remota unas temperaturas tan altas como las actuales. Lo ha dicho el periódico.

Hace doce mil años tampoco había sentimiento de culpa. Ni días de la semana ni sentimiento de culpa. Quiere decirse que la gente no estaba todo el día atribuyéndose los efectos del calentamiento global. Tenían calor, desde luego, pero no se arrepentían de él los domingos, no porque no tuvieran domingos, que tampoco, sino porque no tenían remordimientos. A nosotros no nos falta de nada. Tenemos sábados y domingos, y enero y febrero. Y remordimientos.

-Niño, no te eches tanto desodorante que contribuyes al calentamiento de la atmósfera.

-¿Qué tiene que ver el calentamiento de la atmósfera con que yo huela de un modo u otro el sábado por la tarde?

-Pues que con el spray echas muchos gases a la atmósfera, de modo que se ensancha el agujero de ozono y sucede el efecto invernadero, no sé si por este orden.

-¿Y quién dice eso?

-La ciencia, o la cienciología, ahora no caigo.

-Entonces va a ser que sí.

De modo que ya lo saben ustedes. Éste es el lunes o el martes o el miércoles más caluroso desde hace doce mil años. Y la culpa, a diferencia de entonces, la tiene usted, por el desodorante, o por el coche, o quizá por la estantería de metacrilato. Hace miles de años que no hacía tanto calor. Ni tanta culpa.

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