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divendres, 21 de juliol del 2006

Carne argentina

CARNE ARGENTINA

En Madrid hay apagones todos los días. Yo me voy librando porque vivo en un barrio periférico y de momento es el centro el que no resiste el tirón de los aires acondicionados. Se queman los generadores, las subestaciones. No sabemos lo que es una subestación. Es como si nos dijeran que se ha incendiado el anividrio. Pues que cambien el anividrio o la subestación, pero que los cambien rápido porque la gente está que arde. ¿Saben ustedes lo que más desespera a la gente? Que los congelados se echan a perder. Las víctimas no piden ya nada para sí mismas, sino para sus congelados. De repente, te das cuenta de que vivimos en la cultura del congelado. Cada familia tiene invertidos 600 ó 700 euros en productos tiesos de frío.

Voy a mi propia nevera, abro el congelador y observo. Sería un desastre, desde luego, que un apagón me echara a perder todo esto. Hay dos paquetes de carne argentina congelada, y 15 ó 20 bolsas de arroz tres delicias congelado. Hay al menos dos cajas de filetes de merluza congelados. Y hay también verduras, legumbres, pastas italianas y una cosa que no sé lo que es, pero que parece una medicina. Es lo que he visto en una primera ojeada, sin necesidad de revolver. Un corte de luz sería una ruina económica, desde luego, pero también ecológica. ¿Cómo me desprendería de todos esos cadáveres si se descongelaran de golpe? ¿Qué hacer con un pollo flácido, con un atún blando, con unos guisantes aplastados? Calculo que si en mi calle se fuera la luz durante 40 horas, como en el centro, se extendería por el barrio un olor a descomposición insoportable. Y después del olor vienen la peste, el cólera y las plagas de Egipto.

Y eso que yo no tengo uno de esos arcones congeladores tan de moda. Me han tentado para comprarlo en varias ocasiones, pero siempre he dicho que no porque es el primer paso para convertirte en un asesino múltiple. La tentación de matar a alguien para amortizar narrativamente el arcón sería demasiado fuerte. Quizá es eso lo que desespera a los vecinos del centro de Madrid, que se les descompone el muerto que toda familia guardaba antes en el armario y que ahora esconde en el arcón. No somos nadie.

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