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dissabte, 4 de març del 2006

Tortilla de patatas

TORTILLA DE PATATAS

La lectura de titulares de periódico constituye uno de los mejores ejercicios para mantener en forma el músculo de la extrañeza, que tiende a atrofiarse cuando no se usa. Fíjense en éste: «Un tercio de los adolescentes ve la televisión sin ningún criterio». Lo que quiere decir que dos tercios la ven con criterio. Pero ver la tele con criterio constituye una especie de contradicción en los términos. Es como decir que un tercio de los alcohólicos bebe con conocimiento de causa. O que un tercio de los heroinómanos elige la cantidad que se pincha. Hay cosas que no pueden ser. Si las dos terceras partes de la población se parara a pensar, antes de manipular el mando a distancia, con qué criterio apretar este botón o este otro, la mitad de los programas no existirían. Pero qué digo la mitad, ni siquiera un tercio (lo más probable es que ni siquiera existiera la tele).

Ver la televisión no constituye un ejercicio filosófico, ni una decisión existencial. Ver la tele, tal como está (y quizá no pueda estar de otra manera) es como beber a morro. Y uno no bebe a morro para disfrutar del caldo, sino para narcotizarse. Parece que no, pero en estas breves líneas ya hemos cultivado un poco la extrañeza frente a la realidad, y quedándonos sólo en el titular. Si usted es de esas personas a las que les gusta profundizar y lee la noticia entera, la extrañeza se puede convertir en estupefacción, pues los datos se han obtenido de un estudio muy serio cuya procedencia le ahorro. De lo que se trata ahora no es de estar más informados, sino más extrañados.

Muchos se preguntarán la ventaja que le encuentra uno a ser extraño. No tiene ninguna, la verdad. Por el contrario, constituye una fuente de marginación, de soledad, de aislamiento. Así las cosas, no se entiende bien por qué uno querría extrañarse continuamente de todo. La única excusa que se nos ocurre es que esa actitud no se elige. Se nace extraño como se nace cojo, o tuerto, o mediopensionista. Un tercio de los mediopensionistas come sin criterio. Los otros dos tercios se llevan la comida de casa. Yo era mediopensionista, pero mi madre no tenía tiempo ni para hacerme una tortilla de patata.

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