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dimarts, 14 de març del 2006

Cultura clínica

CULTURA CLÍNICA

Lo que más me impresionó de mi primer viaje a México fue un cartel del aeropuerto en el que ponía: No a la fiebre aftosa. Estaba colocado estratégicamente en todas las esquinas, compitiendo con la publicidad de las marcas de güisqui o de tequila. Yo no sabía lo que era la fiebre aftosa, pero sí lo que era la faringitis crónica, que padezco desde la adolescencia, así que esa noche soñé que llegaba a un país en cuyo aeropuerto había grandes vallas con esta leyenda: No a la faringitis crónica. Éste es mi país, me dije en sueños. En el control de policía y en la aduana, en vez de exigirte que abrieras la maleta, te pedían que abrieras la boca, para que un otorrino te examinara la garganta. Pero si la tenías mal, como era mi caso, no te metían en la cárcel, sino que te recetaban unas pastillas milagrosas.

Ya en la calle, a bordo del taxi que me llevaba al hotel (todavía dentro del sueño), vi que las avenidas estaban llenas de grandes carteles contra el ardor del estómago y contra las migrañas y contra el insomnio. En una plaza, junto a un obelisco, había un monumento de piedra erigido en honor a las digestiones fáciles. Un grupo de manifestantes portaba pancartas en las que se condenaba la artrosis; otro daba vivas a la respiración pulmonar. El taxista me contó que acababan de detener al cabecilla de una banda que predicaba la respiración anaerobia. «Respiración anaerobia, imagínese», añadió observándome por el retrovisor.

Yo puse cara de espanto, aunque en el sueño, no sé por qué, era más partidario de las branquias que de los pulmones. En el hotel, en vez de conserje, había un médico que antes de darte la llave de la habitación te hacía un escáner. Era el paraíso de un hipocondríaco. Me desperté con unas décimas de fiebre porque había cogido frío con el aire acondicionado del avión. Llamé a recepción y me enviaron a un médico que me puso en cuarentena, por si se tratara de la fiebre aftosa, a la que ya he dicho que odiaban. Cuando me dieron el alta, tuve que regresar a España sin haber salido prácticamente del hotel. Lo único que vi de México fueron aquellos carteles contra la fiebre aftosa. De donde se deduce que viajar da cultura, al menos cultura clínica.

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