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dissabte, 11 de març del 2006

Los duelistas

LOS DUELISTAS

Siguiendo el fin de semana pasado la convención del PP traté de imaginar una reunión de dirigentes de Philips cuyas ponencias versaran, sin excepción, sobre IBM. O un congreso de Seat cuyos participantes solo hablaran de Audi. O una fiesta de Coca Cola en la que se agasajara a los invitados con un vaso de Pepsi. Esto es lo que hicieron los responsables del PP. Increiblemente, el protagonista de la convención no fue Rajoy, ni siquiera Aznar: ¡fue Zapatero!, a quien le dedicaron un espacio absurdo, sólo explicable desde disciplinas que se dedican al estudio del alma. Lo que vimos, en fin, fue una exhibición de un tipo de pulsiones masculinas muy bien descritas por la literatura (recuerden el caso de Los Duelistas, de Joseph Conrad), aunque con escasos ejemplos en la vida diaria.

La convención del PP, pese a los esfuerzos de Ana Pastor por aportar algún estrógeno, fue un derroche de testosterona dirigido contra Rodríguez Zapatero, un tipo blando, por cierto, preocupado por la igualdad de las mujeres, de los homosexuales; un sujeto sin músculo, sin mentón (comparado al menos con Acebes), que promueve leyes para ayudar a los minusválidos, a los ancianos dependientes, a los inmigrantes... La pregunta es si va a continuar gestionando tan mal la testosterona del PP. No debería derrochar el patrimonio hormonal de su organización en quien no debe. Tales desafecciones glandulares se explican en primer curso de psicología. Es imposible que en un partido con doscientos millones de militantes no haya ningún psicólogo que le explique el significado de que cada vez que abra la boca lo primero que salga de sus labios sea la palabra Zapatero.

Lo mejor, con todo, fue la oferta de pacto a condición de que su adversario renunciara a lo que representa, es decir, si usted se convierte en yo. ¿Qué le pasa con la diferencia? ¿Por qué no puede concebir una negociación en la que el otro no dimita de su identidad? Zapatero, en fin se encontró con la respuesta hecha: Ni yo merezco que me preste tanta atención ni los españoles que les preste tan poca.

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