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dilluns, 12 de setembre del 2011

No sé qué le pasaba al mundo

NO SÉ QUÉ LE PASABA AL MUNDO

Jueves. Un hombre sentado frente a mí, en el metro, lleva una bolsa de plástico de unos grandes almacenes en la que pone: “Para evitar el riesgo de asfixia manténgase esta bolsa fuera del alcance de los bebés y los niños”. El mundo está lleno de bolsas de plástico. Y de niños. No sé cuántos bebés morirán accidentalmente asfixiados por ellas, no hay estadísticas, pero si yo tuviera hijos pequeños llevaría cuidado. Es el problema de leer los prospectos, que siempre se pone uno en lo peor. Sabemos que las tejas matan cuando se precipitan desde determinada altura, pero no imprimimos la advertencia sobre su superficie.

Viernes. He soñado que tenía una psicoanalista joven con la que un martes, al acudir a la consulta, coincidía en el portal, de modo que subíamos juntos en el ascensor hasta el tercero. Como ella arrastraba una maleta, le preguntaba si venía de viaje y me respondía que no.

—¿Y la maleta? –insistía yo.

—Nada –respondía ella.

La consulta tampoco era la de mi psicoanalista verdadera. La del sueño parecía más bien un dormitorio en el que se había colocado sin mucho acierto una mesa de trabajo, a uno de cuyos lados se sentaba ella y al otro yo. Advertí entonces que llevaba un escote muy amplio por que el asomaba a veces el sujetador, que era de color tabaco y tenía manchas como de leopardo. La psicoanalista había dejado la maleta junto a un sofá cama y de vez en cuando le echaba un vistazo, como si le preocupara su contenido. En esto, giré la cabeza y vi un armario empotrado abierto, con toda la ropa de ella cuidadosamente ordenada.

—¿Qué mira? –me preguntó.

—Nada –dije yo–, en realidad no he visto nada.

Nada más pronunciar esta frase, descubrí un pequeño charco de un líquido viscoso junto a la maleta. Se lo señalé.

—Sí –dijo ella–, está rompiendo aguas.

—¿Se refiere a la maleta? –insistí.

—¿A qué si no? ¿Tiene usted conocimientos de obstetricia?

—Para eso –dije yo– debería ser obstetra y no me veo, francamente, sobre todo porque la palabra obstetra me da miedo.

Mientras hablábamos, la maleta seguía perdiendo líquido.

—Perdone, pero tendremos que suspender la consulta, pues la maleta no aguanta más –dijo ella.

Me levanté y cuando ya me disponía a marcharme se quitó el sujetador de color tabaco con una habilidad increíble, sin necesidad de desprenderse de la blusa.

—Guárdemelo hasta el próximo día, por favor –dijo al tiempo de entregármelo.

Salí de la consulta con el sujetador, tomé el metro, donde todo el mundo llevaba bolsas de plástico que no avisaban del peligro de asfixia, y desperté al llegar a la estación en la que me bajo habitualmente para asistir a la consulta de mi psicoanalista verdadera, que es una señora mayor.

—Me he dormido en el metro mientras venía, y he tenido un sueño muy raro –dije nada más ocupar el diván.

—¿A qué llama usted sueño raro? –dijo ella–. ¿Acaso no lo son todos?

—Sí –dije como si me hubiera pillado en falta.

En esto, volví la cabeza y descubrí una maleta en uno de los rincones de la consulta.

—¿Y esa maleta? –pregunté.

—Salgo de viaje esta tarde –dijo ella.

Me mantuve en silencio unos instantes, asombrado por la coincidencia, luego dije:

—¿Cuándo sale de cuenta?

—¿Cuándo sale de cuenta quién?

—La maleta, ¿quién va a ser?

—¿Está usted de broma?

Entonces le relaté mi sueño y mientras lo relataba sentía que había tenido un grado de realidad muy superior al del resto de mis sueños. Estaba casi seguro de que si echaba la mano al bolsillo de la chaqueta encontraría allí el sujetador de color tabaco con manchas de leopardo. Pero no me atreví, más por miedo a hallarlo que a no hallarlo. Mi psicoanalista prefirió no interpretar el sueño y durante el resto de la sesión fuimos sin interés de un tema a otro, como para hacer tiempo, para quemar la hora (y su precio). Al llegar a la calle, tropecé con una mujer que intentaba llamar desesperadamente la atención de un taxi. Llevaba una maleta grande y estaba embarazada (la mujer, no la maleta). ¿Qué rayos le pasaba al mundo? No sabría decirlo.

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