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dimecres, 20 de juliol del 2011

Un traje para un muerto

UN TRAJE PARA UN MUERTO

Jueves. El presidente Camps asegura que pagó sus trajes, pero que si no los pagó da lo mismo. Yo no maté a Fulano, pero si lo maté no importa. Yo no atraqué ese banco, pero si lo atraqué no me di cuenta. Etc. Llama la atención montar una defensa sobre la base de aceptar y negar al mismo tiempo que se cometieron los hechos por los que uno ha sido llevado a juicio. Lo que viene a decir el presidente Camps es que él pagó y no pagó los trajes, todo a la vez, porque él es todopoderoso y puede llevar a cabo simultáneamente una cosa y su contraria. Quiere decirse que Camps está loco y no está loco, como la sociedad que le vota. Ahora bien, tanto su locura como su cordura tienen un peligro de muerte. Si uno es capaz de no hacer una cosa en el momento de hacerla, todo está permitido. A partir de esa premisa se puede robar, violar, asesinar… Sobre esa premisa puede uno corromperse hasta las cejas. ¿Por qué? Porque en el acto de corromperse está, misteriosamente, no corrompiéndose.

Viernes. El juez, tras escuchar con atención los fundamentos de la defensa de Camps (pagó y no pagó los trajes), ha decidido sentarlo en el banquillo. El reo ha salido en libertad bajo una fianza de equis euros. Quiere decirse que el juez ha utilizado la lógica. Alguien que acepta haber hecho una cosa a condición de que el otro crea que no la ha hecho, se está haciendo el loco o quiere volver loco a su interlocutor. Y podría haberlo conseguido. De hecho, Camps ha vuelto ya locos a todos sus votantes y quizá a todo el PP, que en el momento de escribir estas líneas no ha dicho esta boca es mía. La verdad es que Rajoy lleva meses, quizá años, asegurando que apoya y no apoya a Camps. Lo apoya con una parte de la boca y lo desapoya, con perdón, con la otra. O lo apoya con las palabras y lo desapoya con los gestos. En esto, Rajoy y el PP se parecen a Camps, que es capaz de corromperse y de no corromperse en el mismo acto.

Sábado. Leo con interés todo lo relacionado con ese trasplante de dos piernas llevado a cabo en Valencia. Me impresiona la idea de que los nervios del paciente hayan de “colonizar” la pierna nueva. De hecho, si lo hemos entendido bien, no andará hasta que se produzca esa colonización. Significa que en estos momentos hay una frontera muy clara entre el territorio antiguo y el nuevo. Todas las fronteras plantean problemas de orden táctico, pero también de orden moral. La vida es muy confusa.

Domingo. La expresión ataques a la deuda se va estableciendo insensiblemente entre nosotros. La última deuda atacada ha sido la italiana, lo que ha obligado a Berlusconi a privatizar las empresas de todos y a rebajar las pensiones. La mayoría de los mortales no sabemos cómo se puede atacar a una deuda (¿cómo podría ser atacada mi hipoteca?), pero entendemos el significado de privatizar lo público y de recortar las pensiones. Se ejecutan acciones inteligibles con coartadas ininteligibles. ¿A quién favorecemos? A los mercados, desde luego. Pero no sabemos quiénes son los mercados.

Paso la tarde del domingo dormitando, con un libro entre las manos, un libro al que me conecto y del que desconecto, un libro que se enciende y se apaga como una bombilla con una conexión defectuosa. La verdad es que no sé si se enciende y apaga el libro o me enciendo y apago yo, quizá cuando el libro se enciende yo me apago, y viceversa. La situación es placentera, mucho. Hay en ese abandonarse, en ese apagarse, una necesidad de penetración en mí mismo, lo que significa que llevo mucho tiempo fuera de mí. En una de las desconexiones tengo un sueño raro, valga la redundancia. Resulta que soy sastre y que un hombre alto y delgado me encarga un traje negro. Le tomo alegremente las medidas, pues la hechura del cliente va a permitir que me luzca con ese traje. De hecho, cuando días después viene a recogerlo y se lo prueba, llegamos a la conclusión de que he confeccionado una obra de arte. Al día siguiente, el hombre muere y es enterrado con el traje que acabo de hacerle. La idea de haber trabajado sin querer para un muerto me sobrecoge. Significa algo, pero no sé qué.

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