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divendres, 29 de juliol del 2011

El tiempo en porciones

EL TIEMPO EN PORCIONES

Mi padre decía que siempre faltaba un cuarto de hora para algo. A lo mejor acabábamos de cenar y ya nos disponíamos a ver la tele en familia, cuando él se quedaba detenido en medio del salón y decía con gesto grave:

–Falta un cuarto de hora.

–Un cuarto de hora para qué –preguntaba yo, ingenuo de mí, indefectiblemente.

–Para que se muera alguien, o para que haya un terremoto, o para que se ponga a llover.

Siempre faltaba un cuarto de hora para que sucediera una desgracia, pues rara vez citaba algún suceso bueno. Yo le daba vueltas al asunto durante la clase de matemáticas y tenía que reconocer para mis adentros, que en efecto, mirabas el reloj, comprobabas la hora, y al cabo de 15 minutos los sucesos irrumpían en la realidad. Parecía un milagro. Un día, al cuarto de hora de haber mirado el reloj me sacaron a la pizarra e hice el ridículo. Pero otro día, transcurrido ese tiempo, se acabó la clase. O sea, que sí ocurrían cosas buenas. Pero para mi padre lo bueno era transitorio, frágil, y sólo existía para que lo malo, por comparación, se hiciera más evidente.

Por otra parte, un día, en medio de aquellas reflexiones infantiles, descubrí que de los cuatro minutos se podía predicar lo mismo que del cuarto de hora. ¿Quién pone en duda que dentro de cuatro minutos expirarán en el mundo miles de personas, se levantarán de la cama millones de niños y cometerán adulterio decenas de miles de hombres y mujeres? Se lo dije a mi padre:

–Dentro de cuatro minutos también sucederán muchas cosas.

–Sí, hijo, sí, pero un cuarto de hora es un cuarto de hora.

Llevaba razón, un cuarto de hora es un cuarto de hora. El cuarto de hora tiene un prestigio del que carece cualquier otra porción de tiempo. Estoy ahí en un cuarto de hora. Ponlo al fuego un cuarto de hora. Voy a dar una cabezada de un cuarto de hora. A veces decimos 15 minutos, que viene a ser lo mismo: Sofreír a fuego lento durante quince minutos. Ya en el lecho de muerte, mi padre dijo un día: Me voy a morir. Yo miré disimuladamente el reloj y, créanme ustedes, al cuarto de hora expiró. De ahí mi respeto al cuarto de hora y a los cuartos en general.

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