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dilluns, 11 de juliol del 2011

Un pueblo pintoresco

UN PUEBLO PINTORESCO

El asunto de las caras de Bélmez atraviesa la historia o la historieta de España al modo de un ritornelo. Cuando estamos a punto de desfallecer, porque nos ataca la idea de que el relato de nuestra existencia carece de estructura, acuden en nuestro auxilio las famosas caras, que se repiten como el estribillo de una canción. El estribillo es en un poema lo que la clase media en una sociedad: la argamasa. Con él se articulan las estrofas o los párrafos, en torno a él se nuclean las ideas, pocas o muchas, de un texto que pretende ser poético. La historia de España es poco poética, por eso le va tan bien el tipo de estribillo representado por las caras de Bélmez. Las he visto (en fotografía, claro, me da mucha vergüenza acercarme a Bélmez), y dan la impresión de pertenecer a la España negra. Negras son sus miradas, sus pelos, sus bocas, su nariz. Recuerdan un poco a los protagonistas de Puerto Hurraco. Por eso mismo constituyen el estribillo perfecto para recordarnos quiénes somos, de dónde venimos, y quizá hacia dónde vamos.

De momento, el ayuntamiento de Bélmez y la diputación de Jaén han decidido dedicar en torno a un millón de euros a esas caras negras de la negra historia o historieta de España. Quiere decirse que han visto futuro en ellas, lo que significa que el I+D+I les parece a estos responsables políticos pura filfa en comparación con los beneficios que podría reportar el esoterismo si se invierte en él con inteligencia. De momento han garantizado la inversión. La inteligencia ni está ni se la espera. Un vecino de la localidad decía en el telediario (porque ha sido noticia de telediario) que con ese dinero se podrían tapar muchos «agujeros». Y no se refería a agujeros metafóricos, sino reales. Mejora de las carreteras, por ejemplo. Pero el hombre lo decía con timidez porque su respuesta era una rareza. La mayoría de los vecinos estaban encantados porque las caras, una vez convertida la casa en la que se aparecen en museo, podría atraer el turismo. Somos un país fascinado con el turismo, no salimos de ahí. Lo malo es que el tipo de turismo que nos gusta es el aficionado a lo pintoresco, lo que nos obliga a ser, sin interrupción, un pueblo pintoresco. En una de estas, me pongo la boina y viajo a Bélmez.

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