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divendres, 15 de juliol del 2011

Beber o haber bebido

BEBER O HABER BEBIDO

Viernes. La expresión más utilizada en relación al Códice Calixtino, sustraído de la catedral de Santiago, es “valor incalculable”. Cuando se dice de algo que posee un valor incalculable, es como cuando se afirma de un escritor que es eximio, o sea, que no sabemos qué rayos significan eximio ni incalculable.

Sábado. Tropiezo de nuevo en la prensa con un anuncio a todo tren de Bankia, la banca con ka de okupa en la que los directivos se forran. La publicidad nos invita a convertirnos en bankeros, con ka de kale borroka. Desde 1.000 euros, una bagatela, puedes jugar a ser Rato. Bankia es la antigua Caja Madrid pasada por una clínica (quizá una clínika) de cirugía estética (o estétika), pero ha quedado peor que Belén Esteban. Miren ustedes, si esas acciones que intentan colocarnos fueran el chollo que pretenden vendernos, se las estarían repartiendo Rato y sus amigos, que nunca (o nunka) pierden. Los anuncios de Bankia son tan invasivos como en otro tiempo los de la familia Ruiz-Mateos. No se dejen ustedes colonizar.

Domingo. El domingo es un día tóxico que puede empeorar con el gin-tonic. Cuidado con el gin-tonic de la media tarde del domingo, capaz de hundirte en pensamientos como ciénagas, en ideas como arenas movedizas, en obsesiones suicidas. En la cafetería en la que me encuentro, a la que suelo acudir porque se llama Lunes, hay una mesa ocupada por una familia compuesta por los padres y tres hijos, de edades comprendidas, más o menos, entre los diez y los quince años. Aunque rodeados de gente, dan la impresión de encontrarse en Marte, o de venir de allí. No tienen nada que ver con el mundo, parecen espías. Mientras los observo, caigo en el delirio de que todos ellos, los padres y los hijos, toman lo mismo: gin-tonic con almendras. La familia Gin Tonic, me digo, un excelente título para un cuento de terror. En esto, reparo en un matrimonio de la mesa que se encuentra a mi derecha. Ambos tienen en torno a cuarenta años y hacen tiempo para entrar en un cine cercano. Él señala a un señor acodado en la barra.

—¿No te suena de algo? –dice.

—Sí, pero no sé de qué –responde ella.

Miro al individuo al que se refieren y, no sin esfuerzo, acabo reconociéndolo. No recuerdo cómo se llama pero fue ministro de Industria hace quince o veinte años. Sorprende la caducidad de la fama de los ministros una vez abandonada su función. Pasas de verlos todos los días en el telediario a olvidarlos por completo. Me concentro y transmito mentalmente la información a los miembros de la pareja. Al medio minuto, ella, que parece más receptiva que él, dice:

—Ya me ha venido. Fue ministro de Industria, creo que con Felipe González, pero no me acuerdo de cómo se llama.

Si supiera quién le ha pasado la información, y de qué forma, se quedaría espantada. Yo regreso al espionaje de la familia Gin Tonic, hasta que el matrimonio de mi derecha vuelve a llamarme la atención por una frase de ella:

—Ser ministro –dice– está bien, pero haber sido ministro es un rollo. Pierdes todos los beneficios y a los cuatro días no te reconoce nadie. En cambio, escribir es duro, pero haber escrito es estupendo.

—No sé qué tiene que ver una cosa con otra –dice él.

—Yo sé lo que me digo –responde ella.

—¿Quieres decir que haber escrito es mejor que escribir?

—Exacto. Yo no escribo para escribir, sino para haber escrito.

Me fijo en ella y me parece reconocer a una escritora de poca obra cuyo nombre no me viene a la cabeza. Me viene, en cambio, el del exministro de Industria. A veces, luchando por recordar una cosa, recuerdas otra. El caso es que no me queda más remedio que preguntarme si yo mismo prefiero escribir o haber escrito, para lo que necesito otro gin-tonic. Hombre, haber escrito está bien, como está bien haber subido una montaña desde cuya cima observas el panorama. Haber escrito te proporciona la sensación del trabajo cumplido, pero lo bueno es el hecho de escribir, por duro que resulte. Al abandonar la cafetería, en un estado más bien regular, me pregunto qué es mejor, si beber o haber bebido. Beber, sin duda.

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