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dimecres, 9 de desembre del 2009

Lo idiota es lo contrario

LO IDIOTA ES LO CONTRARIO

Leo en el suplemento cultural de La Vanguardia que el arquitecto Óscar Tusquets está preparando una guía de hoteles con ventanas, pues por lo visto comienzan a ser una excepción. No sabe cómo se lo agradezco. He pasado las peores horas de mi vida en habitaciones de hoteles herméticamente cerradas, sin otra salida que la que daba a pasillos kilométricos por los que corrías y corrías sin llegar a ninguna parte, como en los malos sueños. Los hoteles sin ventanas (o sin ventanas practicables, que viene a ser lo mismo) suelen poseer en cambio una gran cristalera que evoca la que en los museos de ciencias se aplica a los cortes de los hormigueros o guaridas de zorros. Y así se siente uno dentro, como una hormiga observada por gente que no tiene otra cosa que hacer. Una vez, en Miami, estaba echado en la cama de mi habitación sin ventanas, situada en el último piso de un hotel muy alto, cuando descubrí a un grupo de zopilotes volando en círculo al otro lado de la cristalera. Me habían tomado por un cadáver.

Si la lógica que ha eliminado las ventanas tiene éxito (y parece que sí), no tardarán mucho en prohibirse las puertas. Dirán ustedes que una casa sin puertas es un sin Dios, pero también nos parecían un sin Dios las casas sin pasillos y ya ven. Del mismo modo que han desaparecido las ventanas y los pasillos pueden desaparecer perfectamente las puertas. Cuando mis hijos eran pequeños, les regalaron un recipiente de cristal sin abertura alguna en cuyo interior vivían unos bichos a los que no era preciso dar de comer, entre otras cosas porque resultaba imposible. Los animalitos vivían, crecían, se reproducían y morían sin poder abandonar aquella especie de tubo diáfano. El oxígeno y los nutrientes puestos a su disposición daban para varias generaciones, no recuerdo ahora cuántas.

A mí me proporcionaba una angustia infinita la observación de aquellos seres vivos. El problema es que si cuando te invitan a viajar pones como condición que te alojen en un hotel con ventanas, te miran como si fueras un excéntrico o un caprichoso o un idiota, cuando lo idiota, lo caprichoso y lo excéntrico sería lo contrario. Es lo que digo en muchas ocasiones: que está todo patas arriba.

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