QUE SE PONGA LA BOINA
Si tenemos en cuenta lo que al PP le ha costado quitarse de encima a Bárcenas, no es raro que Rajoy esté a favor del despido libre. Te toca un empleado así, se apalanca en su puesto, y te hunde. Y menos mal que Bárcenas era empleado del PP, que no va a ninguna parte, que si llega a trabajar en un banco con nombre y apellidos, retira todo el mundo sus ahorros a cien por hora. No hay empresa que aguante estar semanas y semanas en los papeles por culpa de un tesorero sospechoso de llevarse la pasta y de devolver los créditos en billetes de 500 euros. Eso sólo lo aguanta un partido político. Si me apuran, un partido político de derechas. En realidad, no sólo lo aguanta, sino que sube su intención de voto.
En todo caso, lleva razón Rajoy: no debería ser tan difícil despedir a alguien con ese currículum. Por eso Díaz Ferran, el capo de los capos, fue recibido como un héroe en la sede de los empresarios. Parecía un sindicalista. Así se recibía en otros tiempos a los líderes obreros que venían de partirse el pecho con los jefes de recursos humanos y la poli. Tiene uno la impresión de que está todo un poco cambiado, un poco al revés. La corrupción, en vez de quitar votos, los da, y los empresarios actúan como los piquetes informativos del movimiento obrero. Los líderes de UGT y CC OO, cuyos nombres nos cuesta hasta recordar, no han sido recibidos como Díaz Ferran al regresar a sus sedes.
Todo esto viene de lejos. De hecho, el término mileurista no se inventó en una época de vacas flacas, sino cuando aquí le salía a la gente la pasta por las orejas. Mientras los empresarios procedían a una acumulación de capital histórica, proliferaban los contratos basura de 1.000 euros al mes sin que el movimiento sindical dijera esta boca es mía. A lo mejor es que no había ya movimiento sindical, ni movimiento obrero, ni cristo que lo fundó. Vencido y desarmado el ejército mileurista, la guerra ha terminado. La imagen de Díaz Ferran aclamado por los suyos como si fuera el Che Guevara, da cuenta de ello. Que se ponga la boina.
Si tenemos en cuenta lo que al PP le ha costado quitarse de encima a Bárcenas, no es raro que Rajoy esté a favor del despido libre. Te toca un empleado así, se apalanca en su puesto, y te hunde. Y menos mal que Bárcenas era empleado del PP, que no va a ninguna parte, que si llega a trabajar en un banco con nombre y apellidos, retira todo el mundo sus ahorros a cien por hora. No hay empresa que aguante estar semanas y semanas en los papeles por culpa de un tesorero sospechoso de llevarse la pasta y de devolver los créditos en billetes de 500 euros. Eso sólo lo aguanta un partido político. Si me apuran, un partido político de derechas. En realidad, no sólo lo aguanta, sino que sube su intención de voto.
En todo caso, lleva razón Rajoy: no debería ser tan difícil despedir a alguien con ese currículum. Por eso Díaz Ferran, el capo de los capos, fue recibido como un héroe en la sede de los empresarios. Parecía un sindicalista. Así se recibía en otros tiempos a los líderes obreros que venían de partirse el pecho con los jefes de recursos humanos y la poli. Tiene uno la impresión de que está todo un poco cambiado, un poco al revés. La corrupción, en vez de quitar votos, los da, y los empresarios actúan como los piquetes informativos del movimiento obrero. Los líderes de UGT y CC OO, cuyos nombres nos cuesta hasta recordar, no han sido recibidos como Díaz Ferran al regresar a sus sedes.
Todo esto viene de lejos. De hecho, el término mileurista no se inventó en una época de vacas flacas, sino cuando aquí le salía a la gente la pasta por las orejas. Mientras los empresarios procedían a una acumulación de capital histórica, proliferaban los contratos basura de 1.000 euros al mes sin que el movimiento sindical dijera esta boca es mía. A lo mejor es que no había ya movimiento sindical, ni movimiento obrero, ni cristo que lo fundó. Vencido y desarmado el ejército mileurista, la guerra ha terminado. La imagen de Díaz Ferran aclamado por los suyos como si fuera el Che Guevara, da cuenta de ello. Que se ponga la boina.
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