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dimarts, 18 d’agost del 2009

El tuerto no es el rey

EL TUERTO NO ES EL REY

Lo más parecido a ser invisible es que los otros no te vean. Así debieron pensarlo Verónica y María, esas dos mujeres, que han sido detenidas por matar a dos hombres con el «beso del sueño». Una vez en la vivienda de los seducidos, y tras narcotizarlos, ellas se movían por el piso como dos presencias invisibles. Cumplían así el sueño con el que tantos nos vamos a la cama cada día: el de recorrer la ciudad dotados de un cuerpo transparente y sutil. Cabe imaginar la sensación de impunidad con la que actuarían por el interior de aquellos pasillos ajenos, de aquellas habitaciones extrañas, de aquellos armarios cuyas vísceras no les pertenecían. A Verónica y a María les movía un fin práctico: el de robar. Pero quizá en algún momento se olvidaron de que estaban trabajando y filosofaron un poco sobre las ventajas y las desventajas de la invisibilidad.

Ser invisible. Ver y escuchar sin que los otros te vean ni te escuchen… Colarte en una reunión de Alcohólicos Anónimos, viajar en avión sin pasaporte ni billete. Llegar a Washington, entrar en la Casa Blanca, asistir a las reuniones de Obama con sus consejeros, ser el dueño de todos los secretos de Estado del mundo. Dejarte detener por una fechoría cualquiera, diluirte entre los brazos de los agentes como una figura de hielo… Comer en las cocinas de los mejores restaurantes... No es verdad que en el mundo de los ciegos el tuerto sea el rey. El tuerto es el invisible. A primera vista, la invisibilidad parece ventajosa, pero podría devenir también en una maldición. Ver donde nadie ve constituye una suerte de ceguera inversa, una minusvalía, una carga. En todo caso, la idea de ver donde todo el mundo es ciego da miedo. Imagínense con ojos en un mundo donde ningún rostro los tuviera. El 80 ó el 90% del universo, ahora no caigo, está conformado por materia oscura, por materia invisible para nosotros; no sabemos, en cambio, si esa materia nos ve. Esa es otra posibilidad terrible: la de estar siendo observados y escuchados por algo que no percibimos. Al fin y al cabo, sólo tenemos cinco sentidos. En cuanto a Verónica y María, quizá sueñen con narcotizar a toda la prisión para moverse por ella como se movían por las casas de sus víctimas.

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