PASA CON LA EDAD
Como Aznar es un amante furioso de la libertad, un día le preguntaron qué hizo durante el franquismo y dijo que estudiar. Al hombre le sublevaban ya entonces las dictaduras, pero no iba a descuidar sus oposiciones a inspector de Hacienda para impedir unos crímenes de nada. Entre conseguir un puesto de funcionario y derrocar a un dictador, siempre hay que quedarse con el sueldo seguro, que la vida da muchas vueltas. Pero aquella pasividad de su juventud dejó en él una frustración de la que se vengó en su madurez. Se trata posiblemente del hombre que más veces ha pronunciado la palabra democracia y que con más ahínco ha perseguido a los tiranos. Es verdad que al mismo tiempo de luchar a brazo partido por la libertad ha permitido que Fraga Iribarne, cómplice del terrorista Francisco Franco, se encarame a la presidencia de su partido. Pero eso es por torpeza. No da más de sí el hombre. A veces, entre el cultivo de los abdominales y el del encéfalo se produce una incompatibilidad que cada cual resuelve como puede.
Todos los que en el PP tienen edad para haberse enfrentado a la dictadura de Franco estaban preparando oposiciones y no tuvieron tiempo de decir esta boca es mía. Se quedaron frustrados, pues. Ahora bien, como hay una ley inexorable según la cual el que no la corre de joven la corre de viejo, están aliviando ahora aquella herida antigua. El mismo Arenas acaba de decir (de gritar más bien) que solamente en las dictaduras se persigue a la oposición con fiscales y policías. El pobre hombre no ha caído en la cuenta de que en las dictaduras no existe la oposición. Pero no se trata de ser exactos, sino de derrocar una dictadura imaginaria antes de morir. No se rebelaron en su día contra los grises ni contra el aparato franquista ni contra los curas ni contra sus papás, pero han dicho hasta aquí hemos llegado.
Y hasta aquí han llegado. Como cualquier chaval de botellón que se precie, insultan a la policía (todos unos corruptos), a los fiscales (unos sinvergüenzas), a los jueces (unos correveidiles) y quizá cuando llegan a casa telefonean a sus ancianos padres para llamarles carcas. No preocuparse, se pasa con la edad.
Como Aznar es un amante furioso de la libertad, un día le preguntaron qué hizo durante el franquismo y dijo que estudiar. Al hombre le sublevaban ya entonces las dictaduras, pero no iba a descuidar sus oposiciones a inspector de Hacienda para impedir unos crímenes de nada. Entre conseguir un puesto de funcionario y derrocar a un dictador, siempre hay que quedarse con el sueldo seguro, que la vida da muchas vueltas. Pero aquella pasividad de su juventud dejó en él una frustración de la que se vengó en su madurez. Se trata posiblemente del hombre que más veces ha pronunciado la palabra democracia y que con más ahínco ha perseguido a los tiranos. Es verdad que al mismo tiempo de luchar a brazo partido por la libertad ha permitido que Fraga Iribarne, cómplice del terrorista Francisco Franco, se encarame a la presidencia de su partido. Pero eso es por torpeza. No da más de sí el hombre. A veces, entre el cultivo de los abdominales y el del encéfalo se produce una incompatibilidad que cada cual resuelve como puede.
Todos los que en el PP tienen edad para haberse enfrentado a la dictadura de Franco estaban preparando oposiciones y no tuvieron tiempo de decir esta boca es mía. Se quedaron frustrados, pues. Ahora bien, como hay una ley inexorable según la cual el que no la corre de joven la corre de viejo, están aliviando ahora aquella herida antigua. El mismo Arenas acaba de decir (de gritar más bien) que solamente en las dictaduras se persigue a la oposición con fiscales y policías. El pobre hombre no ha caído en la cuenta de que en las dictaduras no existe la oposición. Pero no se trata de ser exactos, sino de derrocar una dictadura imaginaria antes de morir. No se rebelaron en su día contra los grises ni contra el aparato franquista ni contra los curas ni contra sus papás, pero han dicho hasta aquí hemos llegado.
Y hasta aquí han llegado. Como cualquier chaval de botellón que se precie, insultan a la policía (todos unos corruptos), a los fiscales (unos sinvergüenzas), a los jueces (unos correveidiles) y quizá cuando llegan a casa telefonean a sus ancianos padres para llamarles carcas. No preocuparse, se pasa con la edad.
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