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dissabte, 22 d’agost del 2009

Fondo y forma

FONDO Y FORMA

Los talibanes, en Afganistán, han amenazado con cortar el dedo a los votantes. Se refieren al dedo con el que han puesto la huella equivalente a la firma y en el que suelen quedar restos de la tinta. Resulta curiosa la precisión de la medida: no la mano, no el brazo ni el antebrazo, sólo el dedo pecador, quizá únicamente la falange de ese dedo implicada en el crimen. Los talibanes -no importa la cultura a la que pertenezcan- tienen este instinto administrativo, esta tendencia al orden. Si por ellos fuera, crearían oficinas en las que unos funcionarios muy eficaces cortarían dedos de 9 a 2 y de 16 a 18. Y la gente iría a dejárselos cortar para evitar penas mayores. Tras amputarnos, otro funcionario nos facilitaría una gasa, para detener la hemorragia. Al salir, nos entregarían una publicidad de dedos artificiales cuya fábrica pertenecería al cuñado de un subsecretario talibán. Todo en orden. En cuanto a los dedos seccionados, caerían implacablemente sobre un cubo de goma que cada cierto tiempo sería precisar cambiar por otro vacío. ¿Qué harían con estas montañas de dedos pecadores? ¿Los enterrarían? ¿Los incinerarían? ¿Se los venderían a los restaurantes chinos para el cerdo agridulce? No tenemos ni idea, pero es seguro que algún partido les sacarían. Quizá les extrajeran las uñas, por ejemplo, para venderlas en Occidente. En fin, no preocuparse, que hay mil soluciones, pues los talibanes –pertenezcan a la religión a la que pertenezcan- son muy ocurrentes y muy prácticos. Tal vez convirtieran los dedos en reliquias católicas. A los católicos nos gustan mucho los trocitos de carne humana metidos en relicarios de oro. Todavía anda por ahí, dando vueltas, el brazo embalsamado de Santa Teresa. Pero si a los talibanes radicales (perdón por la redundancia), les da por cortar dedos, a los moderados (perdón por la contradicción) les da por castigar a las mujeres.

El gobierno de Karzai sacó dos días antes de las elecciones una ley según la cual la esposa no podía negarse a los requerimientos sexuales del esposo ni salir de casa sin su autorización. Usted y yo, que somos demócratas de arriba abajo, sólo invadimos países por los que pasan oleoductos o en los que hay reservas petrolíferas. El mundo es muy variado en la forma, pero muy parecido en el fondo.

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