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dissabte, 24 de febrer del 2007

Obreros manuales

OBREROS MANUALES

La lupa es un invento diabólico. Si los marcianos hubieran observado a través de ella la aventura de la denominada niña bolígrafo, habrían llegado a dos conclusiones equivocadas: que el instrumento de medida terráqueo más común es el bolígrafo y que estamos dominados por una pasión irrefrenable de salvar vidas. Ni lo uno ni lo otro. Personalmente, no tengo ni idea de lo que mide un Bic. En cuanto a lo de salvar vidas, ponemos tanta pasión o más en quitarlas. Si los marcianos hubieran colocado la lupa en Irak, pongamos por caso, habrían alcanzado tal conclusión. No quiero ni pensar qué habrían deducido de ponerla en Guantánamo, cuyos presos, según sentencia de un tribunal de allí, no pueden acogerse a la justicia norteamericana porque son ciudadanos extranjeros y se encuentran en un territorio (Cuba) que no es de soberanía de los EE UU. Pueden hacer con ellos lo que quieran, en fin, porque no son de aquí ni son de allí, no tienen edad ni porvenir, etcétera.

La lupa focaliza demasiado. Si la aplicáramos, pongamos por caso, a los accidentes de coche, acabaríamos cerrando la industria del automóvil (que quizá, por otra parte, fuera lo más sensato). A los caídos por esta industria, que tantos puestos de trabajo directos e indirectos proporciona, no se les dedican calles ni monumentos, no se da su nombre a bibliotecas públicas ni a centros de salud. Ni siquiera ha salido un modelo de automóvil que evocara su paso por este mundo. ¿Por qué? Ni idea. En cambio, a los salvadores de la patria, que son una peste, les levantan estatuas ecuestres que ensucian las plazas de todas las ciudades. Así es la vida, de ahí el error de observarla a través de la lupa.

Si yo fuera marciano y tuviera que informar a mis jefes acerca de la humanidad, diría que es muy aficionada a todo lo relacionado con las manualidades. Ayudamos a nacer de forma artesanal, como en el ya citado caso de Amilia, la niña del tamaño de un bolígrafo, pero matamos también a mano (incluso a manos llenas). Somos, para lo bueno y para lo malo, obreros manuales, artesanos de la vida y de la muerte. Somos gente muy minuciosa en nuestras virtudes, pero también en nuestros defectos. Vale.

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