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dilluns, 20 de juny del 2011

Todo es muy confuso

TODO ES MUY CONFUSO

Juan Rosell, presidente de la patronal CEOE, es un constructor de frases. Ahí va una:"Los empresarios tienen pánico a contratar". Ahí va otra: "Me gusta la música de la reforma laboral". No sabemos cómo es esa música, que sólo él escucha, pero a juzgar por lo que conocemos de la letra, debe de ser muy parecida a la de los cánticos espirituales, es decir, la que utilizaban para trabajar los esclavos negros de Norteamérica. La música que Juan Rosell escucha (y que no parece una alucinación auditiva) es pues una work song de aquellas con las que se aliviaba la monotonía y la dureza del esfuerzo físico que significaba picar piedras con grilletes.

Ninguna persona común conoce la legislación laboral, pero todas las personas comunes trabajan o aspiran a trabajar. Quien haya telefoneado a una ETT en busca de curro, sabrá que hay más modalidades de contrato laboral que posturas en el Kama Sutra. Hay contratos de tres horas, de dos, de una, incluso de ninguna. Hay contratos de sábado y domingo, de lunes por la tarde, de miércoles por la mañana. No conocemos la legislación laboral, en efecto, pero estamos rodeados de gente que trabaja o aspira a trabajar. Tenemos hijos o sobrinos en paro o con trabajos basura. Sabemos que hay personas dispuestas a dejarse emplear en condiciones de cántico espiritual negro. Si los empresarios tienen pánico a trabajar, los trabajadores tienen horror a no ser contratados. Un mileurista, que hace apenas tres o cuatro años era un paria, en la actualidad es un privilegiado. Quiere decirse que la clase media, argamasa que articula a los distintos sectores sociales, está enflaqueciendo de un modo alarmante.

No conocemos la legislación laboral, pero llevamos muchos años ganándonos la vida y tenemos familia que aspira a ganársela. Por eso mismo, porque nos sobra experiencia, nos cuesta imaginar una legislación laboral más flexible que aquella con la que ahora nos contratan y nos descontratan, nos piden y nos despiden. De hecho, muchos de estos contratos son auténtico papel mojado. Tampoco conocemos, por cierto, las normas del parchís, pero sabemos jugar al parchís, y bien. De manera que todo esto de la reforma es muy confuso.

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