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diumenge, 9 de maig del 2010

Pérdidas de crudo

PÉRDIDAS DE CRUDO

Una vecina mía, cuando yo era pequeño, tenía «pérdidas», o eso decía ella. Yo sabía lo que significaba perder algo, pero no en qué consistía tener pérdidas. En cierto modo, tener pérdidas parecía una contradicción en los términos, como la expresión «acabar de empezar». O empiezas o acabas, ¿no?, pero empezar acabando resulta un poco raro. Pues mi vecina tenía pérdidas, como si fuera capaz de poseer lo que se le extraviaba. Recuerdo su aire un poco místico, un poco misterioso, un poco resignado. Solía venir a casa al caer la tarde, para escuchar una novela radiofónica en compañía de mi madre.

-He vuelto a tener pérdidas —decía.

-Deberías ir al ginecólogo —le aconsejaba mi madre.

Busqué «ginecólogo» en el diccionario. Decía así: «Persona que profesa la ginecología». Al principio creí que se trataba de una religión, pues sólo había escuchado el verbo «profesar» en el contexto de las creencias espirituales. De modo que había católicos, mahometanos, hinduistas y ginecólogos. No me convenció, por lo que busqué «ginecología», que resultó ser aquella «parte de la medicina que trata de las enfermedades propias de la mujer». Ignoraba que las mujeres fueran propietarias de algunas enfermedades, pero no me atreví a preguntar porque todo aquello de lo que dudabas guardaba relación, invariablemente, con el sexo. Y el sexo estaba prohibido.

Un día escuché a mi madre hablando con alguien, por teléfono, de la vecina de las pérdidas. Puse el oído y en esta ocasión mi madre dijo «hemorragias» en lugar de «pérdidas».

-La pobre tiene hemorragias.

Advertí de inmediato que la hemorragia era la versión grosera de la pérdida, de modo que acudí de nuevo al diccionario y busqué hemorragia, que resultó ser un «flujo de sangre por rotura de un vaso». Pensé, lógicamente, que se había cortado con un cristal, pero no entendí que rompiera un vaso todos los días, por muchos que fregara. En fin, que la palabra pérdida, tan bella para muchos, está para mí connotada malamente. Me pregunto qué pensarán los niños de hoy cuando escuchan por la tele que un barco tiene pérdidas de crudo.

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