ESTABILIZAR LA NAVE
Los políticos dan la impresión de estar a los mandos de un aparato cuyo funcionamiento desconocen. Nos hacemos cargo perfectamente de que la realidad es más difícil de conducir que un Jumbo, o que un camión de doce toneladas. Yo no me atrevería a conducir ni una cosa ni otra, pues ignoro dónde tienen el freno y la marcha atrás. A los políticos debería exigírseles carné de conducir de la realidad. Todos, sin excepción, deberían saber cuándo conviene reducir el déficit o estimular el consumo. Durante los últimos tiempos, aprietan los botones a lo loco, a ver qué pasa. Ayer no importaba que aumentara el déficit, pues lo importante era estimular el consumo, y hoy es preciso desincentivar éste para reducir aquél. Manotean sobre el cuadro de mandos con la desesperación de un ahogado, lo que produce mucho susto en los contribuyentes.
Los contribuyentes somos muy dóciles. Vamos en los asientos de atrás con el cinturón ajustado y no nos movemos ni para acudir al baño. Pero no somos completamente idiotas ni tenemos absolutamente anuladas, pese al susto, las capacidades intelectivas. Quiere decirse que nos damos cuenta de la impericia del piloto, o de los pilotos, pues son muchos y hablan diferentes idiomas. Está el piloto español, que es lógicamente al que mayor atención prestamos, pero no nos fiamos nada tampoco del francés, ni del alemán, ni del belga. Hemos cogido a todos en suficiente cantidad de renuncios como para advertir que mueven una u otra palanca en función de estímulos que no tienen nada que ver con la racionalidad ni con el conocimiento. Cuando hablan entre ellos, parecen los constructores de la Torre de Babel.
De vez en cuando, aparece en la cabina de pasajeros uno de los pilotos con el rostro desencajado y la corbata a media asta para anunciar que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Oiga, señor, habremos vivido por encima de nuestras posibilidades porque ustedes nos empujaron a ello. Afirmaban, por ejemplo, que era bueno comprar viviendas pasadas de precio y meterse en obras públicas faraónicas y tener una moneda única. ¿No se acuerdan? Nosotros sí. Total, que a ver si dan de una vez con el botón adecuado y se estabiliza la nave.
Los políticos dan la impresión de estar a los mandos de un aparato cuyo funcionamiento desconocen. Nos hacemos cargo perfectamente de que la realidad es más difícil de conducir que un Jumbo, o que un camión de doce toneladas. Yo no me atrevería a conducir ni una cosa ni otra, pues ignoro dónde tienen el freno y la marcha atrás. A los políticos debería exigírseles carné de conducir de la realidad. Todos, sin excepción, deberían saber cuándo conviene reducir el déficit o estimular el consumo. Durante los últimos tiempos, aprietan los botones a lo loco, a ver qué pasa. Ayer no importaba que aumentara el déficit, pues lo importante era estimular el consumo, y hoy es preciso desincentivar éste para reducir aquél. Manotean sobre el cuadro de mandos con la desesperación de un ahogado, lo que produce mucho susto en los contribuyentes.
Los contribuyentes somos muy dóciles. Vamos en los asientos de atrás con el cinturón ajustado y no nos movemos ni para acudir al baño. Pero no somos completamente idiotas ni tenemos absolutamente anuladas, pese al susto, las capacidades intelectivas. Quiere decirse que nos damos cuenta de la impericia del piloto, o de los pilotos, pues son muchos y hablan diferentes idiomas. Está el piloto español, que es lógicamente al que mayor atención prestamos, pero no nos fiamos nada tampoco del francés, ni del alemán, ni del belga. Hemos cogido a todos en suficiente cantidad de renuncios como para advertir que mueven una u otra palanca en función de estímulos que no tienen nada que ver con la racionalidad ni con el conocimiento. Cuando hablan entre ellos, parecen los constructores de la Torre de Babel.
De vez en cuando, aparece en la cabina de pasajeros uno de los pilotos con el rostro desencajado y la corbata a media asta para anunciar que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Oiga, señor, habremos vivido por encima de nuestras posibilidades porque ustedes nos empujaron a ello. Afirmaban, por ejemplo, que era bueno comprar viviendas pasadas de precio y meterse en obras públicas faraónicas y tener una moneda única. ¿No se acuerdan? Nosotros sí. Total, que a ver si dan de una vez con el botón adecuado y se estabiliza la nave.
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