LA TEORÍA DEL CAOS
El mismo día en el que afloraron a la superficie, como el cieno desde las cloacas, los 50.000 folios del caso Gürtel, el mismo día y a la misma hora, Rita Barbuittón —mujer desesperada— se llegó hasta el Cabanyal, tiró abajo de una patada las puertas de varias viviendas, sacó a rastras a sus habitantes (viudas, viudos, jubilados, ancianos sin recursos) y comenzó la demolición de ese conjunto histórico. Mientras Rita Barbuittón —mujer desesperada—se empleaba a fondo con el pico y la pala, los desahuciados gemían en la calle, arrastrados ahora por la policía de Rita Barbuittón, esa mujer desesperada que colecciona bolsos rojos de procedencia oscura.
El mismo día y a la misma hora en que se hacían públicos los sucios diálogos de las esposas de Francisco Camps (presidente de la Comunitat Valenciana), de Vicente Rambla (vicepresidente) y de Víctor Campos (ex vicepresidente) con Álvaro Pérez, el Bigotes, el mismo día y a la misma hora en que estas tres mujeres desesperadas (hay que estarlo para intimar con sujetos de tal naturaleza), el mismo día y a la misma hora, insistimos, la alcaldesa desesperada se puso a la destrucción de un conjunto histórico con una furia tal que parecía una metáfora. Lo que en realidad pretendía destruir era un sumario judicial, hecho de fiebre y lodo, excesivo para los aliviaderos del sistema.
Daba miedo ver a Rita Barbuittón desesperada. Asustaba observar la furia de titán que era capaz de desarrollar en su impotencia sumarial (y sin que el cardado se le alterara lo más mínimo), estremecía la saña que podía llevar a cabo contra la historia de Valencia. El Cabanyal no tenía la culpa de nada. Era como si un ministro griego cogido con las manos en la masa se dedicara a derribar el Partenón. Pero a veces nos ocurre eso, que desplazamos nuestra ira hacia donde no es. Tal vez, pensaría el ministro griego, si miran hacia el Partenón dejen de mirar hacia mi bolso rojo. Pero el bolso rojo de Barbuittón canta mucho, por el color y por el precio. El mismo día y a la misma hora, como producto de la casualidad. Pero era el resultado de un cálculo. Los vecinos del Cabanyal han sido víctimas, en fin, de la trama Gürtel. La teoría del caos.
El mismo día en el que afloraron a la superficie, como el cieno desde las cloacas, los 50.000 folios del caso Gürtel, el mismo día y a la misma hora, Rita Barbuittón —mujer desesperada— se llegó hasta el Cabanyal, tiró abajo de una patada las puertas de varias viviendas, sacó a rastras a sus habitantes (viudas, viudos, jubilados, ancianos sin recursos) y comenzó la demolición de ese conjunto histórico. Mientras Rita Barbuittón —mujer desesperada—se empleaba a fondo con el pico y la pala, los desahuciados gemían en la calle, arrastrados ahora por la policía de Rita Barbuittón, esa mujer desesperada que colecciona bolsos rojos de procedencia oscura.
El mismo día y a la misma hora en que se hacían públicos los sucios diálogos de las esposas de Francisco Camps (presidente de la Comunitat Valenciana), de Vicente Rambla (vicepresidente) y de Víctor Campos (ex vicepresidente) con Álvaro Pérez, el Bigotes, el mismo día y a la misma hora en que estas tres mujeres desesperadas (hay que estarlo para intimar con sujetos de tal naturaleza), el mismo día y a la misma hora, insistimos, la alcaldesa desesperada se puso a la destrucción de un conjunto histórico con una furia tal que parecía una metáfora. Lo que en realidad pretendía destruir era un sumario judicial, hecho de fiebre y lodo, excesivo para los aliviaderos del sistema.
Daba miedo ver a Rita Barbuittón desesperada. Asustaba observar la furia de titán que era capaz de desarrollar en su impotencia sumarial (y sin que el cardado se le alterara lo más mínimo), estremecía la saña que podía llevar a cabo contra la historia de Valencia. El Cabanyal no tenía la culpa de nada. Era como si un ministro griego cogido con las manos en la masa se dedicara a derribar el Partenón. Pero a veces nos ocurre eso, que desplazamos nuestra ira hacia donde no es. Tal vez, pensaría el ministro griego, si miran hacia el Partenón dejen de mirar hacia mi bolso rojo. Pero el bolso rojo de Barbuittón canta mucho, por el color y por el precio. El mismo día y a la misma hora, como producto de la casualidad. Pero era el resultado de un cálculo. Los vecinos del Cabanyal han sido víctimas, en fin, de la trama Gürtel. La teoría del caos.
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