¡QUÉ ENVIDIA!
Volviendo al asunto del director de Greenpeace España, y tras constatar que vivimos en un mundo en el que se toleran los delitos graves (véase Díaz Ferran) y se persiguen con saña los leves (véase López de Uralde), me llamaron poderosamente la atención las declaraciones efectuadas, el pasado 8 de enero, por el embajador de España en Dinamarca (Melitón Cardona) a «El País». Este señor califica lo ocurrido de «absolutamente normal» y atribuye el escándalo provocado por el trato dado al activista de la organización verde a la idealización que de ese país tenemos los españoles. Dado que un embajador está entrenado para decir una cosa y su contraria, más adelante pone el delito de López de Uralde a la altura de los de violación u homicidio. Quiere decirse que no es que tengamos idealizado aquel lugar en el que huele a podrido desde Shakespeare, sino que el director de Greenpeace cometió una falta muy grave. Si a usted le parece que la falta no es muy grave, siempre puede optar por la idealización. ¿Es o no es diabólico?
-¿Por qué han tratado tan mal a ese chico?
-Porque cometió un delito que está a la altura de la violación o el homicidio.
-Pues a mí no me lo parece.
-Entonces elija la versión de la idealización.
Cuando el periodista pregunta al embajador si le parece comparable lo que hizo Uralde con una violación, asegura (después de haber dicho lo contrario), que por supuesto que no. En resumen, que lo de Uralde fue una chiquillada llevada a cabo en un país terrible que los españoles tenemos muy idealizado. O que lo de Uralde fue como una violación para la que el código penal danés prevé, lógicamente, graves penas. Todo ello sin dejar de añadir que no es comparable colarse en una cena con una violación. En otras palabras que lo sucedido es extraordinario y no es extraordinario. Es normal y no es normal. Es lógico e ilógico. Envidia me dan a mí los embajadores, capaces de estos malabares con los que se ganan la vida. Cuando Melitón Cardona abandone la carrera diplomática, podrá dedicarse a la política, para lo que sobran dotes. O no, según.
Volviendo al asunto del director de Greenpeace España, y tras constatar que vivimos en un mundo en el que se toleran los delitos graves (véase Díaz Ferran) y se persiguen con saña los leves (véase López de Uralde), me llamaron poderosamente la atención las declaraciones efectuadas, el pasado 8 de enero, por el embajador de España en Dinamarca (Melitón Cardona) a «El País». Este señor califica lo ocurrido de «absolutamente normal» y atribuye el escándalo provocado por el trato dado al activista de la organización verde a la idealización que de ese país tenemos los españoles. Dado que un embajador está entrenado para decir una cosa y su contraria, más adelante pone el delito de López de Uralde a la altura de los de violación u homicidio. Quiere decirse que no es que tengamos idealizado aquel lugar en el que huele a podrido desde Shakespeare, sino que el director de Greenpeace cometió una falta muy grave. Si a usted le parece que la falta no es muy grave, siempre puede optar por la idealización. ¿Es o no es diabólico?
-¿Por qué han tratado tan mal a ese chico?
-Porque cometió un delito que está a la altura de la violación o el homicidio.
-Pues a mí no me lo parece.
-Entonces elija la versión de la idealización.
Cuando el periodista pregunta al embajador si le parece comparable lo que hizo Uralde con una violación, asegura (después de haber dicho lo contrario), que por supuesto que no. En resumen, que lo de Uralde fue una chiquillada llevada a cabo en un país terrible que los españoles tenemos muy idealizado. O que lo de Uralde fue como una violación para la que el código penal danés prevé, lógicamente, graves penas. Todo ello sin dejar de añadir que no es comparable colarse en una cena con una violación. En otras palabras que lo sucedido es extraordinario y no es extraordinario. Es normal y no es normal. Es lógico e ilógico. Envidia me dan a mí los embajadores, capaces de estos malabares con los que se ganan la vida. Cuando Melitón Cardona abandone la carrera diplomática, podrá dedicarse a la política, para lo que sobran dotes. O no, según.
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