DESDOBLAMIENTO
Hay en el mundo analógico profesores respetadísimos que en su versión digital se comportan como sátiros. Ahí los tienes, recorriendo febrilmente la Red en busca de páginas de pornografía infantil, produciéndolas a veces ellos mismos para intercambiarlas con otros pederastas que en su vida analógica observan también una conducta ejemplar.
Hombres como castillos, de gimnasio diario, se hacen pasar en los chats por jovencitas frágiles de 12 ó 13 años en busca de papás castigadores. Internet está lleno también de superhéroes inversos. Así, individuos que en su existencia atómica llevan una vida corriente (de casa a la oficina y de la oficina a casa), una vez transformados en bits se vuelven licenciosos, libertinos, calaveras. Personas que en lado de acá ayudan a cruzar la calle a las ancianitas, en el de allá, protegidas por el anonimato, las violan y les cortan el cuello (no siempre en ese orden).
Políticos que tienen en nómina a Fraga, auténtico psicópata del orden público (la calle fue suya durante varias décadas), nada más atravesar la frontera, y al grito de «todo vale», se dedican al pillaje, como los que tras una inundación asaltan las tiendas de electrodomésticos y los supermercados, arramblando indistintamente con televisores de plasma o paquetes gigante de pañales. Socialistas de prestigio, que se han pasado la vida firmando decretos y señalando los límites entre lo tuyo y lo mío, predican sin pudor que la propiedad privada —sagrada para ellos en la realidad analógica— debe ser abolida en el territorio digital.
Podría parecer que internet no es país para pusilánimes, que si usted carece de esa facilidad para desdoblarse en sátiro, en canalla o en ladrón, debe cruzar la frontera con las manos en alto, dispuesto a que le insulten, le roben y le escupan los mismos que en el lado de acá le condenarían a cadena perpetua por no recoger la caca del perro. Pero tampoco exageremos. Hay individuos digitales encantadores. Personalmente, siento debilidad por los náufragos que desde una isla web pequeña, en la que se han refugiado de las embestidas de la vida analógica, desmenuzan públicamente sus cuitas. Asomarse a ellos es como asomarse al abismo. Gracias.
Hay en el mundo analógico profesores respetadísimos que en su versión digital se comportan como sátiros. Ahí los tienes, recorriendo febrilmente la Red en busca de páginas de pornografía infantil, produciéndolas a veces ellos mismos para intercambiarlas con otros pederastas que en su vida analógica observan también una conducta ejemplar.
Hombres como castillos, de gimnasio diario, se hacen pasar en los chats por jovencitas frágiles de 12 ó 13 años en busca de papás castigadores. Internet está lleno también de superhéroes inversos. Así, individuos que en su existencia atómica llevan una vida corriente (de casa a la oficina y de la oficina a casa), una vez transformados en bits se vuelven licenciosos, libertinos, calaveras. Personas que en lado de acá ayudan a cruzar la calle a las ancianitas, en el de allá, protegidas por el anonimato, las violan y les cortan el cuello (no siempre en ese orden).
Políticos que tienen en nómina a Fraga, auténtico psicópata del orden público (la calle fue suya durante varias décadas), nada más atravesar la frontera, y al grito de «todo vale», se dedican al pillaje, como los que tras una inundación asaltan las tiendas de electrodomésticos y los supermercados, arramblando indistintamente con televisores de plasma o paquetes gigante de pañales. Socialistas de prestigio, que se han pasado la vida firmando decretos y señalando los límites entre lo tuyo y lo mío, predican sin pudor que la propiedad privada —sagrada para ellos en la realidad analógica— debe ser abolida en el territorio digital.
Podría parecer que internet no es país para pusilánimes, que si usted carece de esa facilidad para desdoblarse en sátiro, en canalla o en ladrón, debe cruzar la frontera con las manos en alto, dispuesto a que le insulten, le roben y le escupan los mismos que en el lado de acá le condenarían a cadena perpetua por no recoger la caca del perro. Pero tampoco exageremos. Hay individuos digitales encantadores. Personalmente, siento debilidad por los náufragos que desde una isla web pequeña, en la que se han refugiado de las embestidas de la vida analógica, desmenuzan públicamente sus cuitas. Asomarse a ellos es como asomarse al abismo. Gracias.
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