UN GRAN INVENTO
El lío organizado en torno al Estatuto de Catalunya no nos ha hecho más sabios respecto a los catalanes, pero sí respecto a los tribunales de justicia. Resulta que el Constitucional está formado por 12 miembros de los que sólo 10 podrán votar (de los otros dos, uno ha muerto sin ser sustituído y el otro se encuentra recusado por hacer cosas feas). De estos diez, cuatro se mantienen en el puesto de un modo irregular, gracias a maniobras políticas que desacreditan las actuaciones de esas instancia. No es todo, pero es suficiente para hacerse una idea, en especial si añadimos que esos diez sabios llevan tres años dándole vueltas al asunto y cobrando un dinero del erario por cada una de esas vueltas, que hasta ahora no han conducido a ninguna parte. Clarividencia en estado puro, en fin, de ahí el respeto que infunden a la ciudadanía.
En las condiciones señaladas, no es que los diez sabios estén inhabilitados para manifestarse sobre la constitucionalidad del Estatuto, es que no podrían opinar con autoridad ni sobre la viabilidad de la tortilla de patatas. Cualquier veredicto que ese grupo de marcianos emitiera sobre asuntos que afectan a los terrícolas estaría viciado en su origen porque ellos se mueven en un universo que no tiene nada que ver con el nuestro. Es como si los extraterrestres conquistaran la Tierra (en el caso de que no lo hayan hecho ya sin que seamos conscientes de ello) y nos obligaran a caminar a cuatro patas porque no les pareciera constitucional que lo hiciéramos erguidos.
Pues los seres humanos somos bípedos, mire usted, le guste o no le guste al Alto Tribunal de extraterrestres. Tendrían que poner a un policía detrás de cada bípedo para que renunciáramos a la posición empinada. Y aún así, mucha gente preferiría morir de pie a vivir a cuatro patas. No resulta grata, la verdad, la imagen de una población de hombres y mujeres dirigiéndose como perros a la oficina. Además, cuando llegáramos a casa, practicaríamos en familia nuestra postura natural, quebrantando la norma extraterrestre. En definitiva, que el Tribunal Constitucional fue sobre el papel un gran invento, no decimos que no, pero quién iba a pensar que se nos llenaría de marcianos.
El lío organizado en torno al Estatuto de Catalunya no nos ha hecho más sabios respecto a los catalanes, pero sí respecto a los tribunales de justicia. Resulta que el Constitucional está formado por 12 miembros de los que sólo 10 podrán votar (de los otros dos, uno ha muerto sin ser sustituído y el otro se encuentra recusado por hacer cosas feas). De estos diez, cuatro se mantienen en el puesto de un modo irregular, gracias a maniobras políticas que desacreditan las actuaciones de esas instancia. No es todo, pero es suficiente para hacerse una idea, en especial si añadimos que esos diez sabios llevan tres años dándole vueltas al asunto y cobrando un dinero del erario por cada una de esas vueltas, que hasta ahora no han conducido a ninguna parte. Clarividencia en estado puro, en fin, de ahí el respeto que infunden a la ciudadanía.
En las condiciones señaladas, no es que los diez sabios estén inhabilitados para manifestarse sobre la constitucionalidad del Estatuto, es que no podrían opinar con autoridad ni sobre la viabilidad de la tortilla de patatas. Cualquier veredicto que ese grupo de marcianos emitiera sobre asuntos que afectan a los terrícolas estaría viciado en su origen porque ellos se mueven en un universo que no tiene nada que ver con el nuestro. Es como si los extraterrestres conquistaran la Tierra (en el caso de que no lo hayan hecho ya sin que seamos conscientes de ello) y nos obligaran a caminar a cuatro patas porque no les pareciera constitucional que lo hiciéramos erguidos.
Pues los seres humanos somos bípedos, mire usted, le guste o no le guste al Alto Tribunal de extraterrestres. Tendrían que poner a un policía detrás de cada bípedo para que renunciáramos a la posición empinada. Y aún así, mucha gente preferiría morir de pie a vivir a cuatro patas. No resulta grata, la verdad, la imagen de una población de hombres y mujeres dirigiéndose como perros a la oficina. Además, cuando llegáramos a casa, practicaríamos en familia nuestra postura natural, quebrantando la norma extraterrestre. En definitiva, que el Tribunal Constitucional fue sobre el papel un gran invento, no decimos que no, pero quién iba a pensar que se nos llenaría de marcianos.
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