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dimecres, 18 de juliol del 2007

Gustos caros

GUSTOS CAROS

Después de haberle ocultado a su paciente que estaba embarazada de gemelas, un médico de Guayaquil se quedó con una de las criaturas tras asistir al parto. He aquí un caso de robo orgánico ante el que nos quedamos sin palabras. Podemos entender que nos roben la cartera, incluso que nos saquen el hígado, pero no estamos preparados mentalmente para que en un quirófano se lleven a cabo estos juegos de manos. Las hermanas gemelas, ya adolescentes, coincidieron en un restaurante y se quedaron de piedra. La de este lado no sabía si era la del otro lado, y viceversa. Orhan Pamuk, el Nobel de literatura, cuenta que de pequeño estaba convencido de que en algún lugar de Estambul (su ciudad natal) había una casa idéntica a la suya con un niño idéntico a él dentro de ella. Se trata de una fantasía muy común (la necesidad y el pánico del doble), que funciona mientras no pierde su calidad de sueño, pero que produce estragos considerables cuando da el salto a la realidad.

A lo mejor algún médico había fantaseado antes de este suceso con la idea de quedarse con uno de los bebés de un parto múltiple, aunque no es probable que lo hubiera llevado a cabo. Basta que suceda una vez para que una suerte de virginidad se quiebre dentro de nosotros. Leí en cierta ocasión un cuento en el cual una comadrona había colocado un hijo propio no deseado a una mujer cuyo hijo había muerto en el parto. Un robo inverso, como si dijéramos, completamente fantástico hasta nueva orden, o hasta que suceda, que viene a ser lo mismo. Y quizá no tarde en ocurrir. Si uno tiene paciencia y vive lo suficiente, acaba comprobando que todo lo que pasa por la cabeza desemboca tarde o temprano en la realidad, incluso la muerte propia. Por eso tampoco conviene llegar a centenario.

A más edad, más probabilidades hay de que un día, en un restaurante, te encuentres con tu doble, o con tu hermano gemelo, depende de quién atendiera a tu madre cuando el parto. Ninguna de las dos situaciones es deseable, entre otras cosas porque podrían cargar a tu tarjeta de crédito la cena del otro, que quizá tenga gustos tan caros como los tuyos.

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