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divendres, 13 de juliol del 2007

Estaciones

ESTACIONES

Soñé que en el salón de mi casa había una boca de metro. No era grande, como las de la calle, pero dado que yo era su único usuario, tampoco necesitaba más. Entré, descendí por unas escaleras mecánicas pequeñas a un túnel reducido, y esperé la llegada del tren, que tenía el tamaño de una atracción de feria. La línea estaba compuesta de un conjunto de estaciones con los nombres de mis hermanos. Podía bajar en Federico, Jorge, Inés, Manuel, Cristina. En algunas estaciones había conexiones con otras líneas: las de los primos, las de los sobrinos, las de los abuelos, las de los parientes lejanos. Descubrí también una línea con los nombres de los muertos de mi familia y una más con los nombres de los amigos ganados o perdidos desde la infancia.

Tomé esta última y bajé en la estación llamada Rodolfo, un chico de mi calle con el que me fumé los primeros cigarrillos. Tras recorrer varios túneles siguiendo las indicaciones de la señalización, aparecí en el dormitorio de Rodolfo, que estaba tal y como lo recordaba. Rodolfo tenía una colección de insectos disecados que había llegado a ser célebre entre los amigos. Me asomé a ella y vi que continuaba intacta, con aquellos escarabajos negros, rojos o dorados que tanto me habían llamado entonces la atención. Pero no había ni rastro de mi amigo. Abandoné la habitación, por si se encontrara en alguna otra zona de la casa sin ningún resultado. El único ser visible era un canario, pero estaba muerto dentro de su jaula. Pensé que tendría que haber estado en una línea de metro de canarios muertos. Y eso fue todo.

Desperté cuando volvía a casa, extrañado de la existencia de aquella construcción subterránea, que había brotado en mi salón. Tras darme una ducha rápida, desayuné, bajé a la calle y tomé el metro, como siempre a esa hora. Al paso de las estaciones iba recordando mi aventura nocturna lleno de nostalgia. Entonces supe que aunque aquella línea de metro soñada no estaba en mi salón, se encontraba dentro de mí. Y que todos los días, sin darme cuenta, recorría algunos de sus tramos con resultados más bien desalentadores. En cuanto a Rodolfo, ahora creo que se encontraba debajo de la cama, pero no se me ocurrió mirar.

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