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diumenge, 31 de desembre del 2006

Ahorrar costes

AHORRAR COSTES

El sistema sanitario inglés ha decidido que en el futuro no tratará las enfermedades autoinfligidas, refiriéndose, por ejemplo, a la obesidad, ya que a partir de cierta edad cada uno es responsable de su peso (y de su rostro, según algunos). Entre las enfermedades autoinfligidas se incluyen también las derivadas del consumo del tabaco u otras drogas. El asunto parece razonable hasta que uno se pregunta si existen las enfermedades heteroinfligidas. El siguiente paso será decir que si el cuerpo no reacciona adecuadamente frente a un virus, «será por algo». Algo habrá hecho usted para que el sistema inmune no funcione como Dios manda. El sistema sanitario inglés es experto en culpabilizar al usuario, sobre todo desde que pasara por encima de él, con todas sus vértebras, la Dama de Hierro.

Hablar de enfermedades autoinfligidas significa además negar la existencia del subsconsciente. Nadie se come una hamburguesa de mil calorías por razones ideológicas. Se come porque no se puede hacer otra cosa. La razón te dice que es un disparate, pero el inconsciente te empuja a ello con la fuerza de un tren de mercancías. Dios mío, no debería comerme esta hamburguesa; Dios mío, no debería fumarme cuatro paquetes de cigarrillos; Dios mío, no debería casarme. Lo cierto es que no se hacen todas estas cosas por placer. El placer se lo lleva esa bestia llamada inconsciente. Creo que era Lacan el que afirmaba que Dios es el inconsciente. ¿De qué hablamos, pues, cuando hablamos de enfermedades autoinfligidas?

El cuerpo social también tiene inconsciente, también tiene Dios. Por eso hay guerras autoinfligidas y calentamiento global autoinfligido y bosques incendiados autoinfligidos. Sadam Husein y Bush son evidentemente enfermedades autoinfligidas, pero no por eso debemos resignarnos a ellas. Al contrario, quizá debamos preguntarnos por qué los votamos o los toleramos del mismo modo que nos preguntamos por qué nos gustan tanto las comidas que provocan colesterol. La teoría inglesa del autoinfligimiento es, en fin, un invento neoliberal. Para ahorrar costes.

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