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dimarts, 19 de desembre del 2006

Tengo que preguntarlo

TENGO QUE PREGUNTARLO

Tengo que preguntarlo Levante 19.12.2006 En los últimos días he tirado a la basura veinte o treinta calendarios de 2007. Desembocan en casa como los ríos en el mar. Llegan a través del correo, embutidos en la prensa diaria, mezclados con el pedido del supermercado. Algunos de ellos son calendarios solidarios, así los llaman, recreándose en la rima. Calendarios solidarios. Me desprendo de estos últimos con un poco de culpa, pues visibilizan alguno de los problemas sociales a los que prestamos poca atención durante el resto del año. De un modo u otro el papel nos invade más de lo que debería en tiempos de escasez de bosques. Todo el mundo tiene una vida de papel en algún armario de su casa.

Pero el calendario tradicional, señores, se ha quedado obsoleto. O quizá sea el tiempo el que se ha pasado de moda. Hace años, esperábamos con ansia el instante en el que nos regalaban nuestro primer reloj. El primer reloj era con frecuencia el último, pues duraban toda la vida y se pasaba a los descendientes. Ahora, una vida dura más que 20 ó 30 relojes sucesivos. Los adolescentes actuales los detestan. Aseguran que para saber la hora sólo hay que mirar el móvil. O levantar la vista, pues en todas las esquinas de todas las ciudades hay un reloj municipal. El paso del tiempo, que en otras épocas era una actividad privada, en la actualidad es competencia de los ayuntamientos. Ello indica hasta qué punto el tiempo ha devenido en algo cutre, propio de espíritus funcionariales. El tiempo sólo existe en las covachas de las administraciones públicas, en la caspa de los ministerios menos renovados, en los bolsillos rotos de los pobres.

El tiempo se ha acabado, amigos. No otra cosa indica esa proliferación de calendarios con los que cada día de estas fechas tan señaladas llenamos el cubo de la basura. Hemos entrado en una especie de sinfín en el que el cómputo de los días resulta miserable. Lo evidencia el desprestigio en el que han caído los relojes y los calendarios. Y sin embargo aún envejecemos y morimos. Pero lo hacemos como si le ocurriera a otro. Quizá el paso de las horas tenga todavía algún significado en las cárceles. Tengo que preguntarlo.

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