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dilluns, 21 de març del 2011

Ah, el progreso

AH, EL PROGRESO

Los enemigos de la energía nuclear se la han cargado por tener razón. No hay tertulia radiofónica en la que no se les acuse de eso mismo, de tener razón, responsabilizándolos así, y en cierto modo, de lo sucedido allá lejos (aunque tan cerca). Los partidarios de la energía atómica, lejos de arrugarse, se han crecido con la catástrofe, escupiendo por la ondas que no hay nada seguro. Es cierto, no hay nada seguro, excepto que las consecuencias de un accidente nuclear son infinitas. En cierta ocasión vi cómo sometían a una mosca a un bombardeo radiactivo inmisericorde. La mosca no sentía nada (las radiaciones no duelen), pero mientras iba de un lado a otro del tubo de ensayo, las emisiones de radio desencuadernaban su ADN. Trasladada de nuevo al laboratorio, comenzó en pocos días a llenarse de tumores y tuvo una prole a la que le faltaban brazos o le sobraban ojos. Los efectos de aquella radiación masiva no se detenían en un punto ni en una generación, no se trataba, en fin, de una catástrofe lineal, de efectos, previsibles y medibles, sino de un horror exponencial, que se disparaba hacia un futuro indeterminado.

Estos días me acuerdo de aquella mosca. Ya entonces sabía que uno es responsable de lo que ve, de modo que el sentimiento de culpa por haber asistido a aquel espectáculo (quizá por haberlo provocado) no se ha ido del todo (la culpa, como la radiactividad, permanece). Pero decíamos que los enemigos de la energía atómica se la han cargado por llevar razón. De súbito, si escuchas algunas tertulias y lees algunos artículos, los antinucleares parecen los responsables de que no haya una solución segura para los residuos de esa energía. También se les acusa, si bien de forma velada, de habernos aguado la fiesta del crecimiento sin límites.

Entretanto, en Japón la gente huye aturdida de ese enemigo invisible que son las radiaciones. Ingenuamente, se tapan la nariz y la boca con un pico de la bufanda o del pañuelo, como si de ese modo se pudiera filtrar el aire, evitando que el veneno penetre con él en los pulmones o en el útero de las embarazadas. Ah, las energías limpias, inocentes, seguras; ah, el progreso; ah, el apocalipsis; ah, esas fosas marinas donde guardamos los bidones de una basura mortal que permanecerá activa durante 500 años…

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