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dissabte, 15 de gener del 2011

Tiempo al tiempo

TIEMPO AL TIEMPO

Lo normal, con las experiencias, es que te las busques o que ellas vengan azarosamente a tu encuentro, no que te las regalen. Quedarse huérfano a los 10 años, por ejemplo, es una experiencia dura, de las que pueden marcar, para bien o para mal, una vida. Irse de casa de los padres a los 18 para recorrer Europa en auto stop es asimismo una experiencia que, aunque puede acarrear dificultades, sirve para iniciarse en la vida. El primer encuentro sexual (buscado o hallado casualmente) permanece en la memoria para el resto de la vida y quizá sirve de molde para el resto de los encuentros de ese tipo. La relación de uno con su propia experiencia es, en fin, de carecer íntimo, personal, inalienable. O lo venía siendo hasta ahora.

Parece que uno de los regalos estrella de las pasadas navidades fueron los «cofres de experiencia», que pueden contener desde un viaje en globo hasta una comida para dos en un restaurante japonés. El asunto comenzó hace tres o cuatro años. Alguien se dio cuenta de que no podíamos continuar regalándonos «cosas». ¿Qué entendemos por cosas? Un objeto gracioso, pero inservible. Un termómetro para medir la temperatura del vino, por ejemplo.

A mí, en los últimos años me han regalado cuatro o cinco, todos muy bien envueltos. Pero yo jamás he medido la temperatura del vino, pese a ser (junto al gin tonic) mi último refugio alcohólico. Es que no me veo, la verdad, comprobando que la botella está a los 18 grados recomendados por el fabricante. Pero quien dice termómetros para el vino, dice monjes franciscanos de cartón que señalan con una vara si hace humedad o no. La característica de todos estos objetos es que envejecen mal y carecen de valor económico o artístico. Pero una vez que entran en casa no salen ni por la puerta de atrás.

Estamos ahítos de cosas, en fin. Y de cosas absurdas, para más señas. A un vecino mío aficionado a la cocina le han regalado en Reyes 24 delantales de cocina, más de los que podría emplear en tres o cuatro vidas (nunca confieses una afición). Total, que, visto lo visto, hemos comenzado a regalar experiencias. Me parece bien, pero tiene sus peligros. ¿Qué peligros son estos? Los de la alienación, la enajenación, la locura. Tiempo al tiempo.

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